Prólogo
Una vez declarado ganador Joe Biden por los medios de comunicación y el sistema de conteo de votos de las entidades, México se sumó a la lista de líderes que no lo felicitaron de inmediato. Se entienden las razones: restaban dos meses de gestión de Trump y había que ser consistentes con la política exterior no intervencionista de México, así como congruentes con la historia política de López Obrador.
Sin embargo, la forma no fue la correcta, pues al indicar que aguardarían hasta que fuera oficial implicaba, irónicamente, deslegitimar el triunfo celebrado. En paralelo, el Canciller mexicano negoció con el equipo de Trump la extradición del General Salvador Cienfuegos, bajo el entendido de proceder judicialmente en México. La felicitación de López Obrador a Biden llegó el 14 de diciembre, seguida por la renuncia de la Embajadora de México en ese país.
Los primeros 20 días de 2021 han sido el escenario de otras señales turbias de México. López Obrador ofreció asilo político al fundador de WikiLeaks, personaje perseguido desde el gobierno de Barack Obama. Después, tras la irrupción en el Capitolio, México no se pronunció en contra como otros líderes (Canadá, Francia, Reino Unido, Suecia, etc.), pero López Obrador sí condenó la censura a Trump por parte de Twitter y Facebook.
En la semana previa a la toma de posesión de Biden, el presidente de México anunció la exoneración del General Cienfuegos, en contra de las expectativas de Washington. Encima, violó el Tratado de Asistencia Legal Mutua al publicar los documentos que había proporcionado la Administración de Control de Drogas (DEA, por sus siglas en inglés) para la investigación.
En efecto, al analizar la evidencia, se encuentran muchas inconsistencias: Cienfuegos comprobó la falsedad de las acusaciones; tiene hijas y no un varón, como se señala; las descripciones físicas incluidas no corresponden a él; etc. Se podía demostrar la inocencia del exsecretario de Defensa de muchas maneras que no socavaran la confianza interinstitucional como lo hizo la publicación de material confidencial. Las autoridades estadounidenses manifestaron su decepción y las mexicanas reciprocaron con amenazas de enfrentar a la DEA en tribunales. Éste es el prólogo del nuevo capítulo.
¿Cuál será la trama?
El cambio de gobierno conlleva un giro positivo. Será un gobierno más predecible, menos voluble e institucional. Esto permitirá diseñar una estrategia conjunta más duradera y estructurada. Contar con el control de las Cámaras puede darle poder para construir una agenda sólida y llevarla a cabo con facilidad relativa. Biden y su gabinete cuentan con más experiencia e interés en asuntos internacionales; han manifestado ya su intención de participar más en foros multilaterales y fomentar una política exterior más integral.
Hay posicionamientos que se alinearán más con los del gobierno mexicano actual, como aquéllos relacionados con la migración, los Derechos Humanos, el acceso equitativo a servicios de salud pública, entre otros. Sin embargo, estas características pueden ser también un arma de doble filo en los temas más importantes para México.
El acercamiento que tengan los dos gobiernos hacia la seguridad será clave. México puede temer la intromisión en asuntos internos. A Estados Unidos le costará reconstruir la confianza para compartir información y coordinar estrategias tras el “culiacanazo” y el desenlace del caso Cienfuegos.