En cuestión de meses, Trump redujo exponencialmente el margen en las encuestas, desilusionó a grupos que habían votado por él, perdió la confianza de integrantes de su equipo, desatendió reclamos sociales como el de Black Lives Matter y politizó asuntos cruciales de seguridad y salud pública.
En pocas palabras, una concatenación de malas decisiones que culminaron en la fragmentación de su equipo, el debilitamiento de su imagen y, eventualmente, en su derrota ante el demócrata Joe Biden. Los meses subsecuentes han mostrado, en escala, una trayectoria similar.
A partir del 3 de noviembre, Trump reunió legisladores republicanos, funcionarios públicos, empresarios y otras figuras relevantes para objetar los votos del Colegio y evitar una concesión. Divulgó mensajes para unir a su base, propagar un antagonismo hacia el vencedor e incitar a manifestaciones para revertir los resultados.
El punto álgido fue la irrupción en el Capitolio durante la certificación de votos por el Congreso. Un saldo de 5 muertos, 50 arrestos y daños a instalaciones gubernamentales enmarca un acto que mermó la democracia estadounidense. La reacción de Trump ante el incidente, la falta de una respuesta de seguridad y el mensaje controversial hacia sus seguidores acabaron con la credibilidad que le restaba y ahuyentaron aliados que le quedaban, incluso republicanos.
Una semana después de la manifestación en Washington, Pelosi y los Demócratas aprobaron el inicio de un segundo juicio político a Trump, acusándolo de incitar a la insurrección. Es el primer presidente en la historia de Estados Unidos en enfrentar en dos ocasiones este proceso. Cabe resaltar que, de los 232 votos en favor, 10 eran de representantes republicanos, cuando la primera vez todos votaron en contra.
En 12 meses, este efecto espejo muestra el despojo de grupos que lo apoyaban. Mike Pence, el Vicepresidente, y Mitch McConnell, el líder de la mayoría republicana en el Senado, han condenado los actos de violencia; y, aunque han señalado que no apoyarán las mociones para destituir al presidente antes de la toma de posesión, han optado por una posición más neutral y una transición pacífica.
Plataformas digitales como Facebook y Twitter han suspendido las cuentas del mandatario para evitar mensajes de odio, anuncios falsos o incitaciones a la violencia. Hace un año, esta disidencia hubiera sido inimaginable.