Las tribulaciones financieras de Pemex constituyen la proverbial punta del iceberg. El problema de fondo involucra retos operacionales muy serios que permanecen sin atenderse, pues las prioridades de los políticos que al final del día manejan Pemex siempre están en alguna otra parte.
AMLO por ejemplo quiere que Pemex le ayude a lograr la soberanía energética. No sé qué signifique eso, sí sé que Pemex no puede ayudar. La última vez que hizo una contribución neta positiva al erario fue en 2008. La última vez que México reportó un superávit comercial en petróleo y sus derivados fue en 2014.
Podemos o no estar de acuerdo con AMLO, pero eso es irrelevante. La “Palanca de Desarrollo” de la que tanto les gusta hablar a los políticos está rota.
Paradójicamente, una declaratoria de bancarrota podría ser la mejor forma de ayudar a Pemex. La protección financiera que una acción de este tipo otorga es lo de menos. El propósito no es un cambio radical en condiciones financieras; bajo un esquema de concurso mercantil no es necesario incluso declarar una moratoria.
El propósito es modificar las condiciones operativas y una bancarrota permite a los acreedores – vía por ejemplo un comité – involucrarse en el diseño de un plan de negocios que ahora sí, atienda los retos de la empresa. Pemex tendría un mandato firme para resolver todos los problemas y cargas administrativas acumuladas y desechar proyectos que ya no son factibles o que nunca lo fueron.
El impacto que tendría en los mercados una declaratoria de bancarrota podría revertirse si implica cancelar el sinsentido de una nueva refinería, por ejemplo.
Los acreedores también pueden influir en otro aspecto crucial: quién ejecuta el plan. No hay nada que impida al gobierno poner a Pemex a cargo de una administración profesional y efectiva. Pero la atribulada historia de la empresa muestra que tampoco hay nada que lo garantice.
En un procedimiento de concurso mercantil la confianza en la administración a cargo es indispensable, no opcional. Se activaría así un factor muy poderoso para cambiar la trayectoria de Pemex: la rendición de cuentas.