Dadas estas circunstancias, ahora más que nunca, una empresa debe asegurar que el cúmulo de creencias, hábitos, valores, actitudes y tradiciones sean compartidos por todo el talento que forma parte de la misma y no puede dejar que surjan de forma natural; es muy importante que la cultura organizacional esté claramente definida y administrada, además de estar alineada con la estrategia para obtener los resultados deseados y, sobre todo, que demuestre su propia existencia como un diferenciador y facilitador en tiempos de cambio.
La cultura organizacional adecuada dentro de una compañía distingue como uno de sus principales atributos, la confianza entre todos sus integrantes para poder promover el compromiso y responsabilidad individual a todos los niveles, lo cual impulsa el hecho de que toda persona que la integra sea consistente con sus comportamientos.
A través de la correcta implementación de la cultura organizacional una empresa se vuelve más ágil y, de esta forma, es mucho más sencillo establecer objetivos, crear sistemas para respaldar esos objetivos y para actuar con transparencia, ya que se pueden alinear las actitudes individuales de cada integrante del equipo para entender la visión y objetivos de la empresa de forma muy clara y, con ello, creer en el propósito de su misión, la cual, se transmite a través de diversos canales de comunicación que sean consistentes, coherentes, auténticos y que promuevan la retroalimentación constructiva positiva e incluyente. Al mismo tiempo que se maneja y mantiene la energía adecuada para evitar que los resultados sean arrastrados de forma negativa.
De una empresa siempre se debe distinguir su forma de ser y actuar, la manera cómo se interactúa en conjunto para desarrollar el adecuado enlace con todas las partes interesadas y grupos de interés y, con ello, poder distinguirse con mayor facilidad de sus competidores.