En la cumbre de líderes sobre el cambio climático quedaron asentados los intereses y las relaciones de unas naciones con otras.
De forma “teórica”, cada una de ellas se comprometió a trabajar de forma rápida en esta década ante la necesidad de acelerar los esfuerzos de descarbonización. Varias naciones realizaron diferentes anuncios durante esta sesión, cuyo cumplimiento dependerá de las políticas públicas que implementen, de los recursos financieros a quienes puedan dar acceso, investigaciones, y creación de nuevas tecnologías para poder aplicar en cada proceso donde exista una combustión o emanación de calor.
La cumbre es el punto de inicio no de una revolución industrial sin control, confiere el surgimiento de la nueva forma de realizar negocios en el mundo con respecto a la parte energética. Es absurdo que un individuo pretenda idealizar un mundo basado en una sola fuente de energía primaria y pueda alcanzar el crecimiento económico de una nación.
El mundo económico, financiero, y tecnológico, ha abierto una segunda oportunidad para poder tener un nuevo modelo de transacciones comerciales, basada en una diplomacia económica-climática, y cuyo sustento será: cuánto se invierte en reducir las emisiones de contaminantes a la atmosfera, y qué se hará al respecto.
Para lograrlo, cada país no solo deberá facilitar las inversiones, deberá proporcionar políticas públicas que den a lugar a una reducción de las emanaciones actuales para el futuro.
El mundo financiero ha determinado para el futuro que se tendrá acceso al dinero siempre y cuando, en cada proyecto energético, tome a la energía primaria para su transformación en portadores de energía, contemple equipo, tecnología y planes en recuperar dióxido de carbono, contaminantes o calor. El concepto que en esta década sea implementado será “captura y recuperación” para su reutilización.