El único fin de los acuerdos comerciales realizados es que una parte ofrezca al otro lo que no tiene por la falta de productividad propia a base de materia prima, tecnología y manufactura creada a través de procesos evolutivos para poder satisfacer una demanda de un mercado.
En México tenemos una balanza comercial positiva respecto a nuestro principal socio, Estados Unidos de América, y esto deriva de manufacturar muchos de los productos que, producirlos en esta nación resultaría con un alto costo. Pero esto podría cambiar en el corto tiempo ante un T-MEC que busca igualar los costos operativos entre ambos países.
Si México no se desarrolla de forma paralela con nuestros socios comerciales, tendremos una industria obsoleta y centrada en un mercado único para México, con una economía circular estacionada y con un techo presupuestal acotado por la administración en turno.
El plan para el 2022 está reflejado en los pre criterios emitidos por la SHCP, dejando entre líneas que gastaremos más dinero y apostaremos a una mayor recaudación. La cuestión es para qué sirve en el 2030 o 2050, pues debido a que no existe inversión para el futuro y solo cubre las necesidades de una sociedad en un tiempo no mayor a 365 días, apostando simplemente al desarrollo social y limitando el flujo de dinero en nuestro país por tener un gasto en el desarrollo económico por debajo del 30%.
Adicionalmente tenemos un discurso doble de nacionalismo, en donde decimos que la industria de los hidrocarburos no es parte del crecimiento económico, pero sí aporta entre el 18 a 20% de los ingresos de forma anualizada, es parte de las divisas y es la única energía primaria que podemos intercambiar con el mundo, al exportar el crudo.
Ahora estamos diciendo que dejaremos de exportar paulatinamente y el 1 de abril, al firmar otro accordare con los países de la OPEP+, hemos dejado en claro que no produciremos más de 1,753,000 barriles diarios de crudo hasta el mes de julio; esto da a pie a que, a nivel nación, no cumpliremos el plan de ingresos 2021 en este rubro por tener una producción por debajo de lo estipulado.
Entonces, ¿para qué firmar los accordare? o ¿por qué lo hacemos?, ¿es simplemente para cumplir con protocolos de diplomacia o verdaderamente entendemos el futuro? Controlar el rumbo de un país, por medio de circular el dinero de un país proveniente de un presupuesto cautivo de inversión pública, modificando leyes o normas después de firmar cualquier trato, nos deja desnudos ante el mundo, además de indicarle nuestra ignorancia a lo que nos comprometimos.
Un accordare es firmado y negociado con conocimiento de lo que intercambiaremos y estaremos de acuerdo. Cambiar leyes para sancionar, limitar o restringir, significará que nos gusta hacer un contrato primero sin entender la operatividad de cada parte que lo conforma.