No obstante, para que éstos aterricen es necesario plantearlos desde el ámbito local. Los discursos se pronunciaron desde la cumbre, aunque el verdadero cambio se gestará en la base de la montaña.
De las discusiones emanaron preguntas importantes y, sobre todo, compromisos mucho más ambiciosos que lo que habíamos visto en el pasado. Un ejemplo de ello es el anuncio de Biden sobre la reducción de emisiones en un 50% antes de 2030, lo cual es una labor titánica de muchos sectores y órdenes de gobierno.
Propuestas como ésta sólo podrán ponerse en marcha a cabalidad con una buena coordinación desde los gobiernos estatales y municipales. El 70% de la infraestructura verde debe instrumentarse en ciudades al 2030 para cumplir con la meta de no aumento de temperatura y los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS).
América Latina es la región de mayor crecimiento urbano hacia ciudades. Por lo mismo, hay que replantear la mezcla de descarbonización (construcción, movilidad, residuos y energía) con nuevos modelos incluidas nuevas empresas energéticas de renovables municipales.
Asimismo, los alcaldes tienen la mayor cantidad de oportunidades para reducir emisiones. No obstante, tampoco puede llevarse a plenitud desde ese nivel, sino que requiere de una coordinación con los demás órdenes y sectores involucrados.
El fin de la cumbre plantea la pregunta; ¿qué sigue? Un gran porcentaje de los gobiernos de todo el mundo avanzan gradualmente en el cumplimiento de sus objetivos esas demandas con compromisos ambiciosos, pero no podrán lograrlo desde la cima.
Es necesario descender para ampliar el terreno y la cantidad de elementos para el nivel de análisis y la ejecución de políticas públicas. Además de los gobiernos municipales, ciertos grupos como los expertos climáticos, organizaciones de la sociedad civil y, en particular los jóvenes, aportan una voz potente y un gran trabajo a este tema. Desde nuestra, el trabajo de México será quizá aún más retador que para otros.