Dicho mensaje, más allá de hacerle propaganda a Sembrando Vida, va encaminado a que sus programas son capaces de hacer chuza, como en boliche, y corregir múltiples problemas a la vez. ¿Qué tan cierto puede ser esto?
De acuerdo con las reglas de operación, el objetivo de Sembrando Vida es “contribuir al bienestar social mediante ingresos suficientes, impulsar la autosuficiencia alimentaria, la reconstrucción del tejido social y generar la inclusión productiva de los campesinos en localidades rurales para hacer productiva la tierra.” Este propósito se acota al desarrollo económico de los agricultores beneficiados sin considerar sus impactos ambientales.
Los objetivos de un programa son clave, porque con base en ellos se hacen las evaluaciones para determinar su impacto. En principio las evaluaciones de impacto para Sembrando Vida no se harán con lentes ambientales. Más aún, en la Matriz de Indicadores de Resultados no se incluyen indicadores ambientales, a pesar de que el programa podría generar incentivos para que campesinos deforesten tierras para sembrar lo que cubre el programa.
Según expertos en la materia, el efecto podría ser considerable. El Instituto de Recursos Mundiales México encontró, a partir de imágenes satelitales, que en 2019 la implementación de Sembrando Vida se asoció con la pérdida de casi 73 mil hectáreas de coberturas forestales. Esta superficie es equivalente al 57% de la tasa de deforestación neta que sufre México cada año .
Instituciones ambientales sólidas podrían reducir este tipo de riesgos con programas alternativos, apoyo basado en evidencia para la selección de las zonas participantes y monitoreo de los impactos negativos involuntarios. No obstante, esta administración ha profundizado los recortes presupuestales para medio ambiente registrados desde que Enrique Peña Nieto era presidente, lo que reduce la posibilidad de tomar decisiones integrales.