Así, comienzan a afinar sus estrategias posteriores al 6 de julio. De inicio, están decididos a mantener el diálogo en la mesa de negociaciones, bajo cualquier circunstancia. Saben que permanecerán en campo minado, pero mantendrán su narrativa basada en la importancia de la inversión para la reactivación económica y en la conservación del empleo; uno de sus principios narrativos pregonará que sin negocios ni inversión, no habrá impuestos y, por tanto, el gobierno no tendrá dinero para sostener sus programas de apoyo y resolver los grandes problemas nacionales.
Conforme avancen las semanas, los órganos de representación empresarial intensificarán su lobbying para incidir en dos papas calientes: la reforma fiscal y el paquete presupuestal para 2022; sin dejar evidentemente de defender el Estado de Derecho, la protección a la inversión, nacional y extranjera, entre otros puntos.
Sin embargo, hay algo más trascendente, un análisis mucho más profundo que bien vale la pena ejecutar desde ya, al margen de lo que pase en las elecciones y del camino que tome la llamada cuarta transformación: no contribuir a la polarización, destacar la aportación de la comunidad empresarial para crear valor, pero sobre todo desplegar una estrategia que le permita tener el reconocimiento de la sociedad.
Al tiempo que los líderes empresariales afilan sus líneas discursivas rumbo a sus siguientes encuentros con el sector público, en el ecosistema de negocios hay una amplia diversidad de posturas alrededor de la coyuntura, de tal forma que hay quienes sí están seguros que no podrán seguir haciendo negocios como antes (sobre todo aquellas empresas con contratos con el gobierno), pero también hay otros que reconocen que hay un país por administrar y mercados por atender.
Ahora, mientras muchos empresarios aún se preguntan cómo influir en la coyuntura, lo verdaderamente importante está en cuestionarse qué han hecho para gozar (o no) del reconocimiento de la sociedad mexicana (la licencia social). Los políticos no son eternos, pero el reconocimiento de una sociedad cada día más actuante es lo que permite la sostenibilidad de cualquier negocio; una sociedad estable es fundamental para tener un buen ambiente de negocios.
Entonces, no estamos frente al principio del fin. La labor de los empresarios, más allá de tiempos políticos, es seguir creando valor; las empresas no se crean para generar problemas, sino todo lo contrario, para resolver problemas o atender necesidades de mercado y detrás de cada mercado está la sociedad. Frente a eso, cualquier discurso polarizante se enreda en bagatelas pero principalmente choca con la vocación empresarial que contempla elementos de corresponsabilidad social.