La educación formal de México tuvo que salir de las aulas de manera forzada debido a la pandemia y los jóvenes se vieron impulsados en aprender informalmente de las actividades cotidianas de su vida.
Utilizar las redes sociales para fines académicos se transformó en la alternativa en la que padres de familia podían unirse para entender las acciones de los docentes. Los videos cortos, tipo TikTok, se introdujeron en estrategias de microenseñanza para mandar mensajes masivos sobre lo que se esperaba de las actividades de aprendizaje.
La informalidad se introdujo en la formalidad como una síntesis de apoyo a que los jóvenes universitarios lograran avanzar, a pesar de todo, en su ciclo escolar.
Lo mismo pasó con la educación no formal. La evaluación de las competencias laborales se introduce en las prácticas profesionales como un elemento indispensable del portafolio de evidencias a evaluar. Observar que los adultos en su carrera fueran capaces no sólo de conocer y comprender un concepto, sino el ver cómo se aplicaba en la realidad del mundo laboral.
Los reclamos de los ingenieros por acceder a los laboratorios universitarios o de los Chef por realizar sus prácticas de cocina se agregaron a las exigencias de los jóvenes de Ciencias de la Salud que pedían con insistencia el poder avanzar en sus prácticas clínicas.
La enseñanza, tal como la vivíamos un par de años atrás, se enfrentó a tensiones y obstáculos. Por ejemplo, el modelo academicista de los currículums cerrados basados en competencias mostraron su límite de accesibilidad a más estudiantes. La impotencia de pasar a un mayor grado de complejidad en las materias se ve frenado por tener que cumplir los requisitos de las que anteceden.
El reclamo que surge es: cambiemos a un currículum flexible que me permita avanzar y elegir el cómo. La estandarización de perfiles de carrera y de egreso se confrontó con las preguntas de los colegiales que decían: ¿Por qué no me escuchan? Necesito que me atiendan, no quiero a alguien que me dé una clase de la materia en video si no es mi profesor.
En este sentido debemos ver que la necesidad actual es tener una educación que personalice la experiencia. La tecnología generó una democratización del acceso a los conocimientos. Los discípulos fueron capaces de escuchar expertos en video, audio, contenido seleccionado bajo demanda de espacios públicos.
Sin embargo, esos maestros “rockstar” no interactúan con ellos. Así mismo, los límites del acceso a internet nuevamente segmentaron a los alumnos en online y offline. Se mostró que más tecnología y menos interacción se transforman en una amenaza del desarrollo social, elemento esencial de la educación, que se ve amenazada por la integración de nuevas tecnologías.