Si lo que se quiere es un monopolio estatal, podría sostenerse el empeño presidencial de no entregar ninguna concesión minera en el sexenio. Sin embargo, mientras haya Estado de derecho, no se puede cancelar arbitrariamente las ya otorgadas; en concreto, las que desde el 2012 amparan a la corporación británica Bacanora Lithium, que descubrió en Sonora y desarrolla con su socio chino Ganfeng el mayor yacimiento de litio en roca del mundo. Apropiárselo enviaría otra pésima señal para la inversión en México y, sin capital ni tecnología, nuestro Litiomex, Litio Bienestar o como se le llame seguiría la misma suerte que Yacimientos de Litio Bolivianos.
Evo Morales arrancó su versión de nacionalización en 2008 con encendidos discursos de que impediría el saqueo de las que quizá son las mayores reservas del planeta, sobre todo las del Salar de Uyuni, un gigantesco desierto salino. Incluso se jactó de que Bolivia fijaría el precio internacionalmente. A 13 años, apenas tiene una pequeña planta piloto, sin mucha posibilidad de producir a nivel industrial. En vez de generar alguna renta, pareciera que se subsidian pérdidas con esperanza de llegar a un acuerdo con un consorcio de Alemania o que salga otro país interesado.
Por ahora, eso luce tan probable como el peor desenlace, algo como lo que ocurrió con la riqueza del henequén yucateco, luego de que se lograra cosecharlo en otros continentes y más aún con las fibras sintéticas, pero en este caso sin periodo de auge. Con el litio boliviano, la erosión de valor podría darse por el avance de tecnologías para reducir, reusar y reciclar; modelos industriales y comerciales circulares; alternativas al litio o su extracción de otras fuentes, como aguas geotérmicas, con procesos más económicos, menos intensivos en uso de agua y energía y más accesibles.
No son quimeras. Se estima que, con esas tecnologías, el área del Lago de Salton, en California, podría proveer 40% de la demanda global de litio. En ese y otros renglones de innovación hay cientos de emprendimientos e inversiones de millones de dólares, además de incentivos gubernamentales. No es para menos: la Global Battery Alliance del Foro Económico Mundial afirma que al 2030 las baterías pondrán 30% de los recortes de carbono para cumplir con el Acuerdo de París y abasto eléctrico a 600 millones de personas.
Por eso se acelera el desarrollo de baterías de litio de estado sólido, inflamables y potencialmente mucho más baratas y con mayor rapidez y duración de carga que las de electrolitos. Lo mismo Toyota, Ford y Volkswagen invierten en empresas que están justo en eso. O la multiplicación de los parques de megabaterías, que resolverán el problema de intermitencia de la generación solar y eólica, que eventualmente harán que las centrales fósiles san innecesarias hasta para picos de demanda nocturnos.
En su compromiso de electricidad 100% limpia, el estado de Nueva York recién dio un contrato a una startup canadiense que trabaja en una solución de baterías de zinc, insumo hasta 50% más barato si se resuelven sus limitaciones de recarga.