Debemos acostumbrar nuestra mente, educarla a entender que, el dolor es parte de la vida, pero que el sufrimiento es opcional, es una decisión de cada uno darle entrada; en un ejemplo de lo más básico, rompernos una pierna duele, hacer un drama y sufrir por ello es decisión personal y depende cómo enfoquemos el suceso.
Al lograrlo, nuestra vida poco a poco toma una disciplina que nos lleva a formarlo en hábito, lo que hace que se vaya integrando en parte de nuestra personalidad, de nuestra forma de ver la vida.
Incluso en las épocas más difíciles, entender que no estamos solos en el dolor, que hay literalmente, billones de personas que en alguna parte están pasando por situaciones igual de difíciles, o mucho más que la que vivimos, nos demuestra que es parte de la vida.
Por supuesto que no le deseamos el mal a nadie, mucho menos a nuestros seres queridos, pero sabemos que van a vivir de igual manera etapas difíciles y debemos siempre hacerles saber que estamos ahí con ellos, que cuentan con nosotros, tratar de consolar, de dar fuerza; incluso, un poco de perspectiva basándonos en nuestras experiencias, aunque bien dice el dicho, nadie experimenta en cabeza ajena.
Encontrar fuerza en los demás es una bendición, alegría en los demás, ánimo, esperanza, cariño, compañía, admiración, etcétera. Si estamos cerca de los demás, con un cariño sincero, podemos alegrarnos en sus alegrías, por poner un caso.
Hace poco, un amigo tuvo un éxito en su vida profesional muy importante, logró que su empresa colocara en mercados internacionales 115 millones de dolares, a una tasa impresionante que ni siquiera la deuda soberana de México consigue. Tuve la oportunidad de hablar con él justo después del proceso de colocación, le noté el orgullo y alegría en la voz, la sencillez con la que lo platicaba, sin ego o presunción, y me di cuenta de que, conforme me platicaba, sentí una verdadera alegría por él y su equipo de trabajo, me ayudó a hacer mejor mi día al encontrar alegría en su éxito.
Claro que no todo tiene que ser esos grandes éxitos, en las cosas más sutiles también está.
Recuerdo a una tía que tuvo una vida muy dura por una enfermedad que se le detectó desde muy chica. Un día que fue a nuestra casa a comer, como siempre lo hacía con ella (que ella y mi tío siempre fueron los consentidos de la familia, para mis papás y hermanos), le llevé una Coca Cola a la que le había reducido el gas con una cuchara y un clamato, como le gustaba, algo que fue lo más básico para mí, y recuerdo que me volteó a ver con una sonrisa que la caracterizaba, y me dijo: “no sabes cómo te agradezco el cariño con el que siempre me recibes, me alegra el día”.