Pensemos en los paneles fotovoltaicos, cada vez más eficientes. Oportunidad no sólo para grandes parques solares, sino en versiones domésticas. Ahí hay sobrado espacio para la sinergia tecnológica de triple hélice –sectores académico, público y privado– y para nuevos modelos de negocio y políticas públicas: proveeduría, redes de distribución, productos y servicios complementarios, desde financiamiento hasta mantenimiento. Imaginemos que cada casa, oficina, fábrica u hotel sea un consumidor-proveedor de energía dentro de redes eléctricas inteligentes, con el refuerzo de una arquitectura de máxima termoeficiencia. Sólo en hogares, hay más de 35 millones en nuestro país.
Como hemos comentado en este espacio, hoy tiene lugar una revolución en las baterías tanto para vehículos como en almacenamiento, ya sea para granjas de energía renovable o como pilas domésticas que carguen de la red y/o celdas fotovoltaicas de techos y ventanas: energía asegurada día y noche, más barata, sin huella de carbono y con independencia de monopolios, públicos o privados. Oportunidad gigantesca para grandes empresas, pero también de empresarios al nivel local o de microespecialización.
También decíamos que, de seguir el ejemplo de los bolivianos para “nacionalizar” el litio, como se pretende con la contarreforma eléctrica, era más probable que antes de producir un gramo comercializable de Litio Bienestar, Litio del Pueblo Sabio o como se quiera llamarle, el valor de la materia prima se esfumaría, sin necesidad de rogar a nuestros políticos. Pues las baterías de litio de estado sólido, no inflamables y con mayor rapidez y duración de carga y de vida, están por salir del horno.
En el mismo sentido, referíamos que, con nuevas tecnologías de explotación, un sitio como el lago Salton, en California, podría proveer gran parte de la demanda global. Bueno, ya hay una inversión a gran escala ahí en la que participa General Motors.
Más aún, quizá no estemos tan lejos de ver automóviles eléctricos solares. Una empresa holandesa, Lightyear, acaba de levantar 110 millones de dólares para desarrollar su modelo con techo fotovoltaico que, aseguran, podría funcionar por semanas y aun meses sin necesidad de recargar su pila de respaldo. Buscan producirlo en masa en el 2024. Siempre habrá quien diga que son sueños guajiros, como en su momento se vaticinó para Tesla o los teléfonos celulares. Tal vez lo sea por ahora, ¿pero no es más insensato arrojarnos al vacío abrazados al combustóleo, como los Niños Héroes de la bandera?
Los vehículos eléctricos no solo son terreno fértil para la ingeniería, máxime en una potencia automotriz como México, sino para invertir en todo tipo de negocios relacionados, desde redes de recarga a soluciones y aplicaciones complementarias.
En los mismos términos, pensemos en lo que viene con la energía eólica marina combinada con producción de hidrógeno verde, remplazo del gas para uso industrial y doméstico. No por nada es una de las 10 tecnologías a seguir según el MIT, como el software de eficiencia energética y la succión y secuestro de carbono del aire. ¿No son apuestas más sensatas que invertir dinero público en el reparto a domicilio de cilindros de gas LP y establecer topes de precios en éste cuando dependemos al 70% de la importación?