Hoy debemos hablar de “valor de sistema”, en donde la empresa no puede, ni debe, jugar un papel aislado, sino que debe realizar sus actividades tomando en cuenta su licencia social para operar, mientras que la sociedad opera dentro de los límites planetarios.
El movimiento de las finanzas responsables juega un papel clave en impulsar la creación de este nuevo sistema, direccionando recursos financieros hacia empresas que han entendido el verdadero rol que juegan dentro de este nuevo modelo y castigando a aquellas que aún se ven a sí mismas como agentes independientes. Hoy, los Principios de Inversión Responsable cuentan con más de 4,460 signatarios que administran 121 billones de dólares de activos globalmente (PRI, 2021).
Si bien estas cifras son alentadoras, consideremos que este movimiento sólo podrá maximizar su potencial si puede alimentarse de su principal materia prima: la información. Los datos que reportan las empresas sobre su desempeño ambiental, social y de gobernanza (ASG) son la gasolina—o, como estamos hablando de sostenibilidad, los electrones—que alimentan el motor de los mercados de capitales.
La creación de un organismo global para la estandarización de información ASG es la única solución que permitirá que la información fluya desde la empresa hacia los inversores, para que éstos puedan utilizarla de manera eficiente y efectiva, maximizando las aspiraciones del movimiento de inversión responsable y contribuyendo positivamente al desarrollo sostenible.
Uno de los anuncios menos sexys—pero no por eso menos importantes—de la primera semana de la COP26, fue precisamente la creación de este tipo de organismo. La Fundación IFRS, que por décadas ha creado estándares para que empresas en más de 140 países reporten información homologada sobre su desempeño financiero, anunció la creación del International Sustainability Standards Board (ISSB).
El ISSB tendrá como objetivo estandarizar la información que las empresas reportan a sus inversores sobre temas ASG. Sin temor a exagerar, posiblemente este es el cambio más importante en la forma en que las empresas se comunican con sus inversores en casi 100 años, cuando en los años 30s se empezaron a establecer normas de divulgación financiera ante la Gran Depresión.
La formación del ISSB y el hecho de que basará su trabajo en marcos y estándares existentes—pero hasta ahora voluntarios—como el Grupo de Trabajo sobre Divulgaciones Financieras Relacionadas con el Clima (TCFD), el Marco de Reporte Integrado y los Estándares SASB—han sido aplaudidos por el G20 y ministros de finanzas de 40 jurisdicciones, incluidas Estados Unidos, la Unión Europea, Japón, México, Chile y Brasil.