Bajo la premisa de que el cambio es constante e inevitable, vemos organizaciones obsesivas por cambiar para efectos de reaccionar a la realidad variable. Estos cambios que tienden a ser orientados a solucionar una problemática social o de mercado de manera rápida, pero al mismo tiempo volátil. Sin embargo, la ausencia de cambios estructurales o sistémicos hace que, a la hora de atender el cambio, la organización como un todo no tenga la capacidad de adoptar estos cambios.
En algunos casos, los más viables, se logra un convencimiento y un compromiso con el cambio, pero la rigidez de las estructuras organizacionales y la limitación adaptativa de los sistemas de soporte tienden a menoscabar el impacto del citado cambio.
Por otra parte, el equivocado, pero generalizado, concepto de la resiliencia invita a las organizaciones y a sus miembros a una resistencia, a una lucha estoica por mantenerse firmes y vivos contra el cambio como si fuera una tormenta pasajera. Esta resiliencia mal entendida genera una rigidez organizacional, una resistencia inconsciente a este entorno cuya transformación resulta inevitable.
Para efectos de ser justos, las empresas más pequeñas han resultado más adaptativas a esta realidad cambiante, pues operan bajo modelos más hábiles (nimble) que les otorga una velocidad única para ajustarse iterativamente. En las más grandes, esta agenda de cambio resulta considerablemente más lenta, lentitud generada en parte por la dificultad que generan los silos y las jerarquías organizacionales, así como la priorización de los cambios que vienen de todas partes y resultan difíciles de digerir de manera oportuna.
Por ello es que se introduce una nueva característica de las organizaciones en este entorno: la responsividad. Este adjetivo, si bien se parece en su construcción, no está relacionado con la responsabilidad. La organización responsiva es aquella que tiene la capacidad natural de responder a su entorno de manera inmediata por diseño y por cultura, evitando los procesos de planeación y estructuración de esa respuesta.
Aaron Dignan compara a estas organizaciones responsivas con el comportamiento de las hormigas, el sistema inmunológico o el desarrollo de las grandes urbes. Estos sistemas con capaces de reaccionar de manera automática a cualquier reactivo y en tiempo real.
Frente a los modelos de digitalización, el mundo está lleno de ejemplos. Están los de siempre, Blockbuster, Tower, Kodak, Xerox – empresas que no fueron capaces de anticiparse a un mercado cambiante, y cuando se dieron cuenta ya era muy tarde.
Pero más allá de esos casos típicos, la ausencia de responsividad ha afectado a muchos más. La recuperación o el “catch-up” en la automatización y la digitalización es lenta o muy costosa, particularmente en los modelos de adopción cultural. Pero lo que resulta más incomprensible es que sabiendo que los cambios vienen, por vía de la resiliencia las organizaciones se quedan esperando a ver si es que sucede lo que ya se sabe que va a ocurrir.