La alimentación en muchos hogares se volvió complicada porque antes las jornadas laborales no permitían comer en casa. Con esto surgió la necesidad de cocinar. Muchos modificaron la alimentación que llevaban, posiblemente sin horarios fijos y comiendo en desorden durante el día. Entonces se volvió necesario retomar una alimentación más ordenada, cumpliendo, por ejemplo, con tres comidas al día más dos colaciones y aumentar la variedad de alimentos.
Si tomamos como referencia el plato del bien comer que divide los alimentos en tres grupos (verduras y frutas, cereales y tubérculos, leguminosas y alimentos de origen animal) y dentro de éstos se busca incluir verduras y frutas de diferentes colores (verde, naranja, rojo, blanco y morado), cereales integrales y alimentos de origen animal magros o sin grasa, se puede tener una dieta saludable.
A la par, se volvió relevante aumentar la actividad física de manera constante. Algunas actividades que se sugirieron adoptar en el día son: por cada 50 minutos sentado, caminar cinco minutos y regresar; subir y bajar escaleras; realizar estiramientos; ejercicios de fuerza como abdominales, lagartijas o sentadillas; bailar también es un buen ejercicio si se realiza de 30 a 60 minutos diarios. Estos son pequeños cambios que permiten mantenerse activos, además de poder incluir ejercicios de mayor duración.
Una alimentación saludable junto con el ejercicio adecuado permite mantener el cuerpo sano, con una buena circulación, condición física, mantener buen peso corporal y un sistema inmune fortalecido. Este último es necesario para combatir las infecciones que llegan al cuerpo por agentes externos.
Nutrimentos como betacarotenos y vitamina C que están en verduras y frutas; vitamina D, zinc y proteína, que se encuentran en alimentos de origen animal y leguminosas, y probióticos que están en lácteos, contribuyen a mantener un buen sistema inmune.