Por otro lado, para hacer un balance objetivo de la economía en estos primeros tres años de gobierno, debemos aislar al fenómeno del COVID-19, por ser de naturaleza impredecible. Luego, la pregunta que debemos formular es, ¿cómo le habría ido a la economía en este sexenio si quitamos el efecto COVID-19?
La respuesta la provee un análisis tendencial y cíclico de la economía. Un modelo propio me permitió concluir que con o sin COVID-19, por un efecto cíclico, la economía mexicana estaba destinada a caer en este periodo.
Además, debemos recordar que la economía mexicana es una economía satélite de la estadounidense. Como mencioné hace un par de años en este mismo espacio, ambas economías desacoplaron su ciclo industrial en cierta medida, debido a las políticas astringentes y proteccionistas del gobierno estadounidense anterior, aunado a su propio poder de crecimiento derivado de su fuente primaria de recursos, el dólar.
En ese mismo texto del año 2017, predije que la disensión económica entre ambos países es estructural y provocaría choques para México en el corto y en el mediano plazo. Nada fuera de la realidad. El primer choque fue una reducción de la inversión privada.
México no pudo seguir el mismo ritmo de crecimiento estadounidense y fue aminorando el propio, de la mano de una caída de la inversión privada local y de un fuerte freno monetario impuesto por el entonces hawkish banco central. En ese momento, la política monetaria se tornó restrictiva y era evidente que la economía entraría en una fase de enfriamiento, independientemente de quién fuera el presidente. No deseo desilusionar a nadie, pero, el desempeño de la macroeconomía depende del dinero, no de los presidentes.
Así que, con el COVID o sin COVID ya había una recesión en México. Reitero que la recesión la hubiera tenido que sortear cualquier gobierno y de una magnitud similar. Si acaso, lo único que pudo haber mejorado marginalmente con otro partido político es el flujo de inversión privada. No obstante, con efectos expansivos muy limitados sobre la actividad económica.
El jinete
Las cosas iban marchando como un buen economista (que no hay muchos) hubiera previsto. Entonces llegó el jinete del COVID-19 y barrió con las expectativas. La recesión de ese momento se convirtió en un profundo bache, cuyo rebote fue parcial y de resonancia limitada. La recuperación post COVID en forma de “palomita” se manifestó no solo en México sino en casi todo el mundo.
Como paliativo para aminorar la crisis de la pandemia, la mayoría de los analistas locales pugnaron por la instrumentación de un paquete fiscal contra cíclico. Pero no hubo tal ayuda. El pecado del gobierno fue dejar morir a un millón de microempresas, según los datos de INEGI en su proyecto sobre la demografía de los negocios. Total, no pasa nada, pensaron ellos. Las microempresas son como células sanas que se regeneran a sí mismas.