El pecado
La muerte de las microempresas es un pecado porque es un desdén hacia la base económica del país. Hacia los electores que están en medio, es decir, entre la base fuerte y leal de electores del gobierno y los de la derecha recalcitrante.
Más aún, hay que señalar que el Estado mexicano nunca ha sido pro pyme. Otros gobiernos han intentado ayudar a las pymes con poco éxito y con programas de poca utilidad como el fenecido instituto del emprendedor. Las pymes no necesitan que un gobierno les dé clases de negocios, necesitan que les den libertades, particularmente, libertades fiscales que no las asfixien con el grillete del ISR.
Dicen que en el pecado está la penitencia, pero yo no la veo venir, sino hasta el próximo sexenio.
Sin embargo, se observan dos circunstancias para la segunda mitad de este sexenio. Primero, la economía mexicana va a crecer hacia finales del sexenio. Y, segundo, ese crecimiento va a estar descontado por un factor inflacionario extraordinario.
La economía crecerá gracias a la continuidad de la política monetaria de Estados Unidos, donde la Reserva Federal extenderá lo que muchos vimos venir hace años, tasas de interés reales negativas, incluso, aunque reduzcan la intensidad a la inyección de dinero en ese país.
La política económica
Finalmente, en la jerarquía de las relaciones económicas, el aeropuerto, los proyectos de infraestructura de este gobierno y hasta la refinería, son outliers que no menoscaban el poder del dinero. Es decir, si los realizan o no, esto no cambia el potencial de crecimiento de la economía mexicana.
En cambio, lo que modifica las perspectivas de crecimiento de mediano y de largo plazo es el nivel de participación del gobierno en las industrias de petróleo y eléctrica. Para ponerlo más fácil, el crecimiento potencial de la economía sería ligeramente mayor con una mayor intervención privada en estas industrias. Esto es más evidente en la industria petrolera. El hecho de contar con una inversión privada limitada en este rubro presiona no solo las perspectivas de crecimiento del país, sino limita la capacidad de gasto del gobierno federal.
Finalmente, me parece que lo más difícil de este sexenio en materia económica ya pasó.
Eso si no aparece algún evento mayor que hunda a la economía en un nuevo bache. Pero no se ve venir. Posiblemente lo más grave sería alguna reducción de la nota soberana, que quizá, ya está descontándose.
El mayor problema económico en la segunda mitad del sexenio estará dentro de Banxico, aquella inmaculada institución, que hoy en día hace agua. Cada día sesga más sus decisiones hacia la protección del ciclo político sexenal, sin importarle tanto la inflación. Hace doble mandato, cuando en realidad tiene uno, y lo hace mal. Pero esto no es nuevo, ya que Banxico tiene un 14% de efectividad puntual en su objetivo desde el año 2008.
La próxima gobernadora del banco central tendrá que instrumentar (aunque no quiera) una política monetaria que indudablemente se moverá a terrero restrictivo en 2022 y 2023. Así es, la amarga medicina contra la inflación volverá, por una cuestión de ciclo y para aminorar la fiesta monetaria de los años precedentes.
Nota del editor: Iván Franco es fundador y director de la consultora de inteligencia competitiva Triplethree International. Síguelo en Twitter y en LinkedIn . Las opiniones expresadas en esta columna pertenecen exclusivamente al autor.
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