La situación que se describe está en el ambiente cambiante y en la manera como las organizaciones se han vuelto sustancialmente más reactivas a las necesidades del consumidor y del marcado y, por otra parte, la nueva realidad laboral no solo ha creado posiciones y roles nuevos, ha generado una degradación de algunos roles y la nueva prevalencia de otros.
Las organizaciones que operan bajo modelos corporativos centralizados, generalmente por silos y especialidades, se han visto amenazados por nuevos oficios y nuevas generaciones que son mucho más volátiles y que no ven el empleo o el rol como algo permanente. Las propuestas de valor se han quedado cortas, o anacrónicas, y las rutas de carrera han quedado intransitadas.
Puede decirse, en aras de la simplicidad, que los nuevos actores del mercado – las start-ups con dinero y apetito – el fraccionamiento económico y la crisis de las grandes organizaciones han generado esta disfuncionalidad. Esto implicaría limitar la conversación a solo un puñado de las diferentes causas que generan esta particular aceleración del mercado del empleo.
Antes que nada, es importante entender que las cifras de desempleo vienen creciendo de manera sistemática, esto implica admitir que no hay una sobreoferta, realmente lo que hay es una mutación de perfiles, una eliminación relevante de empleo producto de la contracción económica y los desastres de una normatividad de outsourcing mal diseñada.
Uno de los elementos que resulta toral para entender esta nueva relación entre la demanda y oferta de empleo, si bien se había anticipado hace un par de décadas, es el hecho sociológico de la convivencia de cinco generaciones en un mismo lugar de trabajo. Esta disfonía con el anterior estatus quo de tres generaciones genera una presión adicional sobre la demanda de empleo, con la particularidad de que el nivel desarrollo de competencias técnicas se contrapone de manera implacable con el desarrollo de habilidades de liderazgo entre una y otra generación.
Al mismo tiempo, empiezan a diferenciarse con claridad los conceptos de “empleo” y “trabajo” donde cada vez tiende a haber más personas interesadas en “trabajar” que en “emplearse”, ante la falta de interés en el elemento de subordinación.
Sobre esta misma línea, las propuestas de valor tradicionales, que parten de la mejora gradual de las mismas derivadas de la antigüedad en el empleo, tienden a verse desaprovechadas por un trabajador cada vez con menos ataduras y, como se dijo, más volátil. La propuesta de valor tradicional se basaba principalmente en la acumulación – inclusive de días de vacaciones – a través el tiempo, un modelo de siembra temprana, pero cosecha lejana.