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La rayuela y otros juegos empresariales

Me pregunto ¿no es ya hora de que los equipos se reúnan? ¿No se pueden generar las condiciones para que los jefes se tomen una tarde para interactuar con su gente?, cuestiona Juan Domínguez.
lun 25 octubre 2021 11:59 PM
Rayuela y otros juegos empresariales
Por lo menos de vez en cuando debemos rescatar el poder de la interacción personal, de reunir a todos alrededor de un propósito y de una razón común, apunta Juan Domínguez.

(Expansión) - En muchos lugares, los niños juegan “rayuela: un juego que consiste en saltar de un cuadro a otro, hasta llegar al final, el cual denominan: ”cielo”. El primero que llega gana. Hoy conozco a más adultos que niños jugando rayuela, solo que, en una versión mas moderna, más tecnológica: pasan todo el día de cuadrito en cuadrito, de pantalla en pantalla, hasta que llegan a este “cielo” que, lejos de ser el paraíso, es el momento en el cual pueden empezar a trabajar.

Y es que en eso se han convertido los días de los privilegiados del “home office” y el “trabajo remoto”. Naturalmente eso no le ocurre al 95% de la población trabajadora, la cual sigue tomando el transporte urbano para llegar a su lugar de trabajo, hacer lo que su empleo demanda y regresar una vez concluida su jornada laboral.

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Pero hablemos del microcosmos, del 5%, que si fueran visualizados en un diagrama de Venn habría una alta coincidencia con quienes dirigen una organización. No nos limitemos, sin embargo, a los líderes, sino a los equipos que, por diseño o por azar, interactúan a través de pantallas saltando – como en la rayuela – de una caja a la otra.

Debo señalar que de ninguna manera estoy en desacuerdo con el trabajo remoto, ha creado una nueva manera de interactuar, ha dado resultados – en el 2020 muchas compañías nacieron así y no han visto otra manera de trabajar. Ha generado ventajas incalculables en el uso del tiempo, en muchas ocasiones confundidas como productividad.

Sin embargo, señalar la relevancia y viabilidad de esta “rayuela corporativa” no implica hacer caso omiso a las grandes pérdidas que ello conlleva, particularmente cuando el empleo se considera “totalmente remoto”, cuando no hay, por diseño, esquemas híbridos.

Basta ver la historia de la humanidad, donde el paso más relevante del desarrollo de la especie fue el sedentarismo, que otorgó a ese humano incipiente la capacidad de ser más que sí mismo, de interactuar en sociedad y complementarse.

Podría decirse que hoy evidentemente actuamos virtualmente en sociedad, nos interrelacionamos, y de ahí se cuelgan los defensores de estos modelos totalmente remotos para defenderlos. Hay, sin embargo, una inmensa diferencia, hemos perdido la capacidad de conocernos – hemos convertido la jornada de trabajo en unidades cerradas, finitas y limitadas a la atención de asuntos específicos.

Hace poco tiempo, un colega me comentaba el modelo de gestión de un empresario del norte del país: “cuando los temas son complicados, lo que hace es invitar a todos a una carne asada en su casa, ahí se gastan toda la tarde viendo los planes, aclarando fricciones y salen alineados y con un sentido de equipo”. Puede sonar coloquial, pero resulta inmensamente poderoso.

Se trata de rescatar, por lo menos de vez en cuando, el poder de la interacción personal, donde la “carne asada” se convierte en el fuego tribal, el lugar que reúne a todos alrededor de un propósito y de una razón común.

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Estamos en momentos en los cuales nos vanagloriamos de las “nuevas formas de trabajar”, una manifestación de ese fantasma desconocido que hemos denominado “la nueva normalidad”. Insisto, no cabe ninguna duda sobre sus ventajas, pero nos estamos volviendo miopes a sus grandes, inmensas, áreas de oportunidad.

Conozco una persona que ya lleva trabajando más de un año en una posición de alta dirección. Su equipo es muy grande y su impacto en la organización relevante; pues esta persona no ha conocido físicamente ni a uno solo de los miembros de su equipo desde que entró a la organización, ni siquiera a quien ejerce la Dirección General de la misma. Ya sé que la etiqueta “normal” ha sufrido múltiples cambios… pero ¿está esto bien?, ¿no hará falta mezclarle un poco de lo que hemos practicado como especie en los últimos 10,000 años?

No quiero pecar de anticuado, no pretendo que nos regresemos a las épocas de la antigua Grecia, donde todo el pueblo se reunía físicamente en la plaza pública, el Ágora. Sin embargo, me pregunto ¿no es ya hora de que los equipos se reúnan? ¿No se pueden generar las condiciones para que los jefes se tomen una tarde para interactuar con su gente? ¿Debemos seguirle a la rayuela organizacional donde resulta inevitable contestar mensajes de correo mientras se atiende a una reunión?

Cuándo alguien te dice “quiero hablar contigo porque quiero discutir mi carrera” o “quiero compartirte un tema personal”, ¿la respuesta debe ser una cita de 30 minutos por videoconferencia?

Puede que me vea bien anticuado, pero creo que ya va el momento en que, sin perder la flexibilidad, en el juego de la rayuela empresarial, empecemos a pensar más en el cielo que en los cuadros. Y por qué no, en una carne asada.

Nota del editor: Juan Domínguez ha tenido una carrera de más de 20 años en áreas de Recursos Humanos en las industrias de consumo masivo, aviación y servicios financieros. Hoy es CEO de hh red colaborativa. Es abogado con estudios de ciencia política y desarrollo humano en Cornell University, University of Notre Dame, University of Asia and the Pacific, Pontificia Universidad Javieriana el ITESM. Es consultor, autor y profesor universitario. Escríbele a juan@juandominguez.red y/o síguelo en LinkedIn . Las opiniones publicadas en esta columna pertenecen exclusivamente al autor.

Consulta más información sobre este y otros temas en el canal Opinión

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