La gratitud es una emoción que te invita a reconocer lo bueno que estás viendo en el mundo y al mismo tiempo te invita a que hagas algo bueno. En otras palabras, te permite observar el bien y te provoca una reacción emocional para hacer el bien.
Ante el cierre de este año, y a unos días de arrancar 2022, vale la pena preguntarnos: ¿qué sería de nosotros si todos viviéramos en gratitud?
En un artículo publicado en El País, el escritor Raimon Samsó dice que hay dos clases de gratitud: la condicional y la incondicional. La primera consiste en sentirse bien cuando las cosas salen como uno espera. Como no siempre es así, acaba siendo una emoción esquiva y poco duradera. La segunda significa una actitud pues de lo que se trata es de sentirse bien sin que haya ocurrido nada especial; estar agradecido por todo y por nada a la vez.
Veamos a nuestro alrededor: hay personas que, aparentemente, tienen todo para ser felices y no lo son, y hay otras que han pasado por muchas desgracias y son felices. La diferencia radica en que las segundas se sienten agradecidas.
Eso significa que la felicidad no es la que nos hace agradecidos. Es el agradecimiento el que nos hace felices. El secreto está en ser capaces de dar las gracias sin necesidad de que haya un intercambio de por medio o cuándo ocurre algo extraordinario.
Hay un largo camino por andar, pero vale la pena tomarlo. La gratitud es una forma de conectar con los demás, genera un efecto protector ante riesgos de salud mental; nos hace apreciar la vida, combate los miedos, dota de perspectiva, genera bienestar. La gratitud, dicho lo anterior, es una inversión que no tiene precio.
Rosalinda Ballesteros, directora del Instituto de Ciencias del Bienestar y la Felicidad de la Universidad TecMilenio, sostiene que la gratitud es un antídoto contra el efecto de adaptación y así lo explica: “Los seres humanos nos adaptamos a lo bueno y cuando tenemos algo bueno frente a nosotros se convierte en parte de nuestra realidad y no nos genera una sensación adicional de bienestar; se vuelve algo tan cotidiano que ya no lo vemos como lo veíamos cuando recién lo adquirimos”.
Otro valor de la gratitud bajo la óptica de la Psicología Positiva es que, al agradecer, generamos conexiones neuronales en la corteza prefrontal que nos permiten conectar más con los demás, aprender cosas nuevas y generar una espiral virtuosa de positividad.
“Tener una práctica de gratitud da bienestar. La gratitud es una de las frecuencias más altas en la que puede vivir el ser humano”, afirma Juan Alberto González, CEO de Irradiate More. “Si la gratitud es mutua, el efecto es mágico porque surge un ciclo constante de agradecimiento en el que todos ganamos”, complementa Andrés Fabre, presidente de Capitalismo Consciente Capítulo México.
La gratitud es un activo intangible que puede garantizar la sostenibilidad del negocio. Ésta hace que los ambientes de trabajo sean magnéticos y entonces los líderes resultan ser mejor evaluados, disponen de mayores habilidades de gestión y liderazgo. Robert A. Emmons, considerado como el gurú en el análisis científico de la gratitud, afirma que ésta promueve una existencia más longeva, mejores ingresos y relaciones de calidad.
¿La gratitud es una práctica cotidiana en la cultura empresarial? No. Para muchos líderes, la gratitud no sirve si no trae más dinero. “El ejecutivo está tan enredado en entregar resultados que se olvida de agradecer de manera consciente y sobre todo intencional. Para muchos, reconocer a la gente es bajar la guardia”, dice Juan Alberto González.