Las empresas enfrentan una nueva realidad que ha sido acentuada y acelerada por la pandemia. Por una parte, los distintos grupos de interés (stakeholders) les exigen que contribuyan a la solución de problemas complejos como el cambio climático, la diversidad y la inclusión, la equidad y la justicia social, la protección de los derechos humanos, el combate a la corrupción y el lavado de dinero, entre otros.
Al mismo tiempo, se espera que las empresas identifiquen, prioricen, atiendan, mitiguen y reporten los riesgos ambientales, sociales y de gobierno corporativo que amenazan sus resultados operativos y financieros.
Para responder a este entorno, muchas empresas (de todos los tamaños y en todas las latitudes) han adoptado una perspectiva ESG, que consiste en un proceso para gestionar riesgos relevantes en cuestiones ambientales, sociales y de gobierno corporativo, así como para identificar oportunidades en estos rubros. ESG se convirtió en la tendencia de negocios más importante de 2021 y, para algunos expertos, su adopción es ya mainstream y ‘no hay vuelta atrás’, como señala Andrew Winston (coautor del libro Net Positive, junto con Paul Polman, ex CEO de Unilever).
La ‘revolución ESG’ ha provocado que directivos y consejeros pongan mayor atención y destinen más recursos a temas que antes percibían como importantes, pero distantes y no urgentes. Este cambio de actitud comienza a reflejarse en aspectos positivos que, con el compromiso y seguimiento adecuados, pueden generar cambios profundos y muy valiosos a niveles micro y macro.
Comparto algunos datos que muestran un panorama optimista, en ciertas áreas: la mayoría de las grandes compañías a nivel mundial hoy publican reportes en materia de sustentabilidad y cuentan con metas claras y medibles; un número importante de empresas han adoptado el compromiso público de cero emisiones de carbono como valor neto para 2050 (una tercera parte de las grandes compañías europeas lo han hecho ya) y esta tendencia se aceleró en 2021.
Adicionalmente, 2021 fue el año con más nombramientos de mujeres consejeras y CEOs (directoras generales) en empresas de la lista Fortune 500; vimos la proliferación de instrumentos financieros ligados a indicadores de desempeño en materia ambiental y de impacto social (ej. bonos de género o para apoyo a negocios creados por grupos minoritarios); se aprobaron leyes que responsabilizan a las empresas por violaciones graves a los derechos humanos (como trabajo infantil o esclavitud moderna) y afectaciones al medio ambiente, ya sea directamente o por parte de sus proveedores en cualquier parte del mundo (ej. Ley de la Debida Diligencia en la Cadena de Suministro, aprobada y publicada a mediados de 2021 en Alemania).
De igual manera, comenzamos a ver mayor cantidad de datos (que muestran avances, retos y retrocesos) y no solamente anuncios de ‘grandes compromisos’ o aspiraciones carentes de sustancia. Al mismo tiempo, las empresas que optan por el camino de la simulación o greenwashing cada vez están más expuestas, legal y reputacionalmente.
Si tu empresa es pequeña o mediana, varios de estos temas te pueden resultar lejanos. Sin embargo, no tengas duda: cualquiera que sea tu industria, modelo de negocio o tamaño de operación, estás expuesto a riesgos (y oportunidades) en materia ambiental, social y de gobierno corporativo que pueden condicionar el éxito (o el fracaso) de tu empresa. Si no lo has hecho aun, puedes empezar por llevar a cabo un análisis de materialidad que te permita identificar y priorizar los principales riesgos ESG.