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El juego maestro de Putin en Ucrania

El presidente ruso interrumpe los planes geopolíticos de Estados Unidos y China de seguir adelante con su escalada bilateral cifrada en una nueva Guerra Fría, apunta Rina Mussali.
vie 28 enero 2022 12:07 AM

(Expansión) - En el orden internacional, Ucrania siempre se ha considerado un botín codiciado por las potencias centrales, sistémicas y regionales. Su condición de país puente, conector energético, Estado granero de Europa y su tierra rica en minerales, aunado al sentido de europeidad que le otorga a Rusia en el mapa de las relaciones internacionales, la han llevado a catalogarla como la “joya de la corona” dentro de las exrepúblicas soviéticas. La frase de Zibgniew Brezynski, asesor de Seguridad Nacional de Jimmy Carter, resulta alusiva: “Rusia con Ucrania es un imperio, pero sin Ucrania es un país”.

El apetito geopolítico y estratégico de las potencias hacia Ucrania sigue progresando, un hecho que se palpa con una posible invasión de Rusia a Ucrania y la crisis actual que pone a prueba el orden mundial confeccionado después del fin de la Segunda Guerra Mundial.

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Sin embargo, esta sed imperialista también está relacionada con la inseguridad geopolítica de los ucranianos que se transpira dentro y fuera. Un país extremadamente dividido y polarizado en cuanto a su lugar en el mundo, con poco más de la mitad de su población anhelando pertenecer a la esfera de influencia europea y el resto a la rusa. Esta indefinición estratégica ha revoloteado los intereses nacionales ajenos, aquellos que luchan por sellar hegemonías y estampar la superioridad global.

Si bien el conflicto presenta un juego complejo de multilateralidades, éste pone por delante el reposicionamiento de Rusia en la escena internacional. Recuperar su estatus de potencia global y buscar la paridad en las relaciones internacionales lo obliga a defender sus esferas de influencia.

Remarcar sus espacios de dominio resulta el principal activo de su estrategia internacional que se empalma con el resentimiento y humillación por haber perdido la Guerra Fría y con ello la implosión de la Unión Soviética desintegrada en 15 repúblicas.

No podemos soslayar que Vladimir Putin calificó la caída de la URSS como la “mayor catástrofe geopolítica del siglo XX”. Por ello busca fehacientemente que la OTAN frene su política de puertas abiertas y globalizantes e impedir que Ucrania ingrese a la alianza euratlántica reclamando garantías legales. Sin duda, Occidente vulnera su seguridad.

Con toda la intención de controlar su entorno más inmediato y defender sus intereses nacionales, Putin interrumpe los planes geopolíticos de Estados Unidos y China de seguir adelante con su escalada bilateral cifrada en una nueva Guerra Fría. Bajo el ánimo de demeritar la política bipartidista del China First al interior de Estados Unidos, el Kremlin empieza a recibir la atención anhelada y solicitada desde décadas atrás, gracias a la provocación montada en Ucrania con el despliegue reciente de más de 100,000 tropas rusas en su frontera oeste.

El mensaje es implacable: antes de frenar, restar y contrapesar a China, primero tendrán que lidiar con Rusia y atender sus reclamos históricos. Mantenerse como espectador en el conflicto sino-estadounidense sería dejar el destino de Rusia en manos de terceros.

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Por dicha razón, Putin quiere desenganchar la lógica de la guerra bipolar, pues su grito nacional antecede como producto de la caída del Muro de Berlín y lo activa en su condición de gran disruptor global.

Con una creíble amenaza de invasión militar, el hombre fuerte de Rusia ha puesto de cabeza al mundo y obligado a un cambio de fichas en Europa, Estados Unidos y China. Con esta crisis fabricada, la seguridad de Europa está comprometida junto con su viabilidad energética, al igual que la suerte de Joe Biden, el inquilino de la Casa Blanca que carga con los reflectores internacionales en aras de dar una respuesta a esta crisis cuando se avecinan las elecciones intermedias del 2022 y camina débil y cabizbajo en su talante político y bajo un trompismo galopante.

Mientras tanto, la China de Xi Jinping observa con esmero y todo cuidado la escalada actual, una gran oportunidad para hacer avanzar sus intereses nacionales, sobre todo en Taiwán. Justamente, el gigante asiático sigue enviando tandas de aviones de guerra a su zona de identificación de defensa aérea en la isla.

Nota del editor: Rina Mussali es analista internacional y académica del ITAM. Síguela en Twitter , Facebook y en LinkedIn . Las opiniones expresadas en esta columna son exclusivas de su autora.

Consulta más información sobre este y otros temas en el canal Opinión

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