Hay, sin embargo, un ángulo desde el que este episodio ofrece una lección valiosa. Es un ejemplo de lo que llamaría “La falacia de la cobija”, quizá la herramienta más poderosa en el arsenal retórico de los populistas – calificativo que aparentemente explica la tirria presidencial contra la Madre Patria y sus empresas.
Por “la falacia de la cobija” me refiero a lo que los economistas llamamos juegos de suma cero. Esencialmente la idea de que un recurso o cualquier otra forma de riqueza está fija y, por ende, a la hora de distribuir, lo que uno gana, alguien más lo pierde. En términos coloquiales, si jalas la cobija para cubrirte, destapas a alguien más.
Esta idea tiene sustento. Durante la mayor parte de nuestra historia, el tamaño de la cobija se mantuvo más o menos constante. Angus Maddison calculó el ingreso per cápita mundial en el año 0 de nuestra era en 444 dólares a precios constantes de 1990. Para el año 1000 su estimación eran 435 dólares. Para que alguien viviera muy bien, muchos tenían que vivir muy mal. Imperios iban y venían, pero así eran invariablemente las cosas.
El asunto cambia en siglos recientes. Maddison reporta un PIB per cápita de 5,709 dólares constantes al final del segundo milenio (1998) a pesar de que la población mundial pasa de 268 millones en el año 1000 a casi 6,000 millones al cierre del siglo XX.
El rasgo distintivo de nuestros tiempos es una enorme capacidad para generar riqueza. No quiere decir que el tema distribucional no sea relevante; lo es y mucho. Lo que si implica es que pensar que lo disponible es una constante – una cobija – se ha vuelto una falacia.
Ahora bien, la razón por la que los populistas tienen interés en mantener viva esta falacia es muy simple: es la excusa perfecta para echarle la culpa de nuestros problemas a alguien más. Si quieres convencer al electorado americano o europeo que la migración es una amenaza, te conviene que piensen que el número de trabajos está fijo.
En nuestros países el equivalente es culpar de nuestro atraso a la explotación colonial. Esta era una postura muy común entre la izquierda latinoamericana, que lamentablemente se volvió dogma. Muestra de ello es su reaparición en las mañaneras.
Yo tengo otros datos, los de Maddison. En la época Novohispana guerra y la conquista colonial eran aun una forma de intentar transferir riqueza, en nuestro caso y en retrospectiva, sin mucho éxito. En 1520 Maddison calcula que el ingreso per cápita de México era equivalente a 61% del español. Al final del periodo colonial, en 1820, dicha razón aumenta a 71%. No solo hay cierta convergencia en ingreso, también hay una mejora relativa al resto del mundo, pues para 1820, en ambos países, el ingreso medio es superior al promedio mundial (144% en México y 159% en España).
Donde el saldo es menos favorable es al comparar a España con el resto de Europa: en 1500 su ingreso es 90% del promedio continental y para 1820 la relación disminuye a 86%.