La imagen clásica de una startup exitosa suele involucrar a un equipo fundacional fuerte, programadores talentosos, rounds de inversión acelerados y un ejército de personas dispuestas a escalar rápido. Pero esta narrativa está siendo desafiada desde sus cimientos. En mi podcast Read to Lead, donde analizo libros relevantes para founders, uno de los episodios recientes se centró en Experimentation Machine, el nuevo libro de Jeffrey Bussgang. En él, Bussgang se atreve a preguntar: ¿será posible que el próximo unicornio sea creado por solo un founder con la ayuda de la Inteligencia Artificial (IA)?
¿Puede una sola persona crear el próximo unicornio gracias a la IA?

No se trata de una exageración futurista. Es una hipótesis que ya encuentra terreno fértil en la realidad que vivimos. El avance de la IA generativa, los agentes autónomos, las plataformas low-code/no-code y la disponibilidad de datos sintéticos están cambiando radicalmente las reglas del juego. Lo que antes requería equipos enteros hoy puede hacerse con herramientas accesibles y, sobre todo, con velocidad.
En mi experiencia como inversionista, veo cada vez más casos en los que founders pueden construir productos funcionales, realizar pruebas de mercado, y hasta validar modelos de negocio sin necesidad de contratar a decenas de ingenieros. Un caso concreto es la compañía Figma, especializada en data sintética. Su tecnología permite simular comportamientos de usuarios sin tener que recurrir a estudios de mercado tradicionales. Esto acelera la experimentación y permite decisiones más informadas desde etapas muy tempranas.
Esta velocidad en la construcción de negocios es clave. El famoso Product-Market Fit, que solía ser un proceso largo y costoso, ahora puede acercarse rápidamente con la ayuda de motores de IA. Lo que antes era una carrera de fondo ahora parece una competencia de velocidad. Y esto cambia radicalmente el tipo de perfil que puede liderar una startup.
Un ejemplo poderoso que menciona Bussgang es el de Maor Shlomo, quien fundó Base44, una startup de inteligencia artificial que vendió a Wix por 80 millones de dólares apenas seis meses después de su creación. Shlomo construyó la compañía como solo founder, con apenas seis empleados y sin levantar capital externo. Este caso no es un unicornio, pero marca el camino: crear compañías muy valiosas con estructuras ultraligeras, donde la tecnología es el multiplicador clave.
Muchos founders vienen de una época en la que saber programar era la herramienta más valiosa. Hoy, esa habilidad sigue siendo útil, pero no determinante. Las nuevas plataformas permiten construir, probar y escalar sin necesidad de escribir código. En su lugar, lo que se necesita es la capacidad de entender sistemas complejos, coordinar agentes inteligentes y tomar decisiones rápidas con base en datos. Como dice Bussgang, estamos entrando en la era del "solopreneur aumentado".
Esto tiene implicaciones directas en el modelo de venture capital. Tradicionalmente, se buscaba invertir grandes sumas para construir equipos. Hoy, esa necesidad está disminuyendo. La inversión ya no se destina necesariamente a escalar talento humano, sino a experimentar más y más rápido. Esto no significa que el capital deje de ser relevante, pero sí que su uso cambia. Menos para contratar, más para iterar.
Este cambio también nos obliga a los fondos de venture capital a repensar nuestra propuesta de valor. Ya no basta con ofrecer capital: los emprendedores que pueden escalar con IA y sin equipos grandes no necesitan dinero para contratar, sino acompañamiento estratégico, acceso a comunidades técnicas avanzadas y plataformas de experimentación. Los fondos que sigan midiendo tracción por número de empleados o que esperen estructuras tradicionales podrían quedarse fuera de las mejores oportunidades. La pregunta ya no es cuánto inviertes, sino cuánto habilitas.
Este nuevo panorama también transforma la lógica de cómo se forman los equipos. Si antes el crecimiento estaba ligado a la contratación masiva, hoy lo está a la capacidad del founder para diseñar estructuras ligeras y altamente apalancadas en tecnología. En lugar de buscar talento técnico para ejecutar, se busca talento estratégico para integrar y escalar soluciones. También hay un cambio en la lógica del talento. La atracción agresiva de perfiles técnicos, que antes era una prioridad, empieza a ser reemplazada por la búsqueda de founders que sepan apalancarse de la tecnología disponible. La inteligencia artificial no reemplaza la visión, pero sí multiplica las capacidades. Un solo founder, con una idea clara y herramientas adecuadas, puede ahora lograr lo que antes requería un equipo completo.
Pero cuidado: esto no quiere decir que todos podamos ser unicornio-builders desde casa con ChatGPT. Lo que cambia no es solo la tecnología, sino la mentalidad. Saber coordinar agentes inteligentes, entender cómo construir con IA, y tener una visión estratégica son las nuevas habilidades clave. No se trata solo de automatizar tareas, sino de diseñar plataformas inteligentes que puedan escalar con poco o ningún código.
Estamos frente a una transición profunda. Y como toda transición, genera resistencia. Pero también abre nuevas oportunidades. La barrera de entrada para emprender está bajando. El costo de equivocarse, también. Y eso debería animar a una nueva generación de founders a experimentar, construir y escalar sin miedo.
Bussgang lo llama "seedstrapping": una combinación de seed capital con bootstrapping, en la que los emprendedores levantan apenas lo necesario para comenzar, y luego apalancan IA para avanzar solos o con equipos mínimos. Él anticipa una ola de compañías de 10 personas que valen 100 millones de dólares, y eventualmente, compañías de ese mismo tamaño que lleguen a valer mil millones. La métrica que propone: generar más de un millón de dólares por empleado.
La pregunta de Bussgang ya no es solo provocadora. Es urgente. ¿Estamos preparando a nuestros futuros emprendedores para liderar en esta nueva era? ¿Estamos invirtiendo en los perfiles correctos? ¿O seguimos buscando a los founders del pasado?
Quizá el próximo unicornio no sea el resultado de un campus lleno de programadores, sino de una sola persona, con una laptop, una visión clara y un stack de agentes inteligentes bien orquestados. Si eso no nos obliga a replantearnos el modelo completo de emprendimiento, ¿qué lo hará?
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Nota del editor: Fabrice Serfati es Venture Capitalist experto en negocios disruptivos en Latam, Managing Director and Partner en IGNIA Fund, mentor de emprendedores valientes y sobresalientes. Creador del podcast #ReadToLead y del Founder’s Book Club. Síguelo en Twitter y/o en LinkedIn . Las opiniones publicadas en esta columna pertenecen exclusivamente al autor.
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