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Esto le cuesta a México el cambio climático

Si bien AL no es el principal generador de emisiones de gases de efecto invernadero, la composición de dichas emisiones es muy diferente a la de otras regiones, señala David Duque.
sáb 02 abril 2022 12:00 AM

(Expansión) - Todos hemos escuchado ya en algún lado acerca del cambio climático global, el cual se traduce en el incremento de las temperaturas y la ocurrencia de fenómenos meteorológicos cada vez más extremos.

Mientras eventos como las inundaciones europeas o los incendios australianos han ganado notoriedad por su impacto social, ecológico y económico, los efectos del cambio climático en regiones en vías de desarrollo han sido menos comentadas.

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Sin embargo, en la región de Latinoamérica y el Caribe existen sectores muy sensibles al clima, como el turismo y la agricultura. Aquí, los cambios son una realidad presente que afecta a cada país de manera diferente y presenta un conjunto de desafíos tan variados como los propios países y distintos a los del resto del mundo.

Por ejemplo, si bien Latinoamérica no es el principal generador de emisiones de gases de efecto invernadero, ya que representa apenas el 8 % total mundial, la composición de dichas emisiones es muy diferente a la de otras regiones. El sector energético, uno de los más contaminantes, contribuye alrededor de 43% a las emisiones totales de la región mientras que el promedio mundial es de 74%.

En contraste, la agricultura contribuye con el 25 %, cifra mucho mayor a la del promedio mundial de 13 %. Este sector es aún uno de los más relevantes para los países latinos.

Entre 1970 y 2019, Latinoamérica y el Caribe fueron afectados por 2,309 desastres naturales, de acuerdo con cifras del Centro de Investigación en Epidemiología de los Desastres (CRED) de Bruselas. Estos eventos ocasionaron cerca de 510,204 muertes, con pérdidas y daños que afectaron a 297 millones de personas y costaron más de 437,000 millones de dólares.

Los daños provocados por el fenómeno de El Niño en 2015, llevó a la pérdida de 3 millones de toneladas de cultivos en Centroamérica. En El Salvador y Honduras, el 60% de sus cultivos de maíz fueron destruidos por lluvias irregulares, llevando a pérdidas estimadas de 28 millones de dólares en semillas, fertilizantes, pesticidas y preparación de la tierra.

Guatemala perdió alrededor del 80 % de los cultivos, incluidas 55,000 toneladas de maíz y 11,500 toneladas de frijoles, lo que afectó a más de 150,000 familias. Esto es particularmente grave en estos países, donde la agricultura es una actividad económica de gran relevancia que aporta cerca del 8.5% del PIB de la región y genera, en promedio, el 19.8% del empleo.

Mientras tanto, 3,400 millones de dólares de pérdidas económicas estuvieron relacionadas con las sequías en Argentina en 2018 y 2019. Aquí, la sequía no solo causó problemas al sector agrícola, sino que también afectó al río Paraná, la vía de transporte de cerca del 80% de sus exportaciones. Esta sequía tuve efectos similares en Chile y Brasil.

En la región del Caribe, además del sector agrícola, el turismo continúa siendo vital para su economía. Representa el 14.8 % del PIB, y el 15.5 % de las fuentes de empleo. Antes de la pandemia global, 32 millones de turistas visitaron el Caribe en 2019. Pero estas paradisiacas islas se encuentran también en la zona de mayo probabilidad para que un huracán o una tormenta tropical golpee sus costas.

Entre 12 y 18 huracanes se forman anualmente en el Atlántico Norte, pero a medida que el planeta se calienta las tormentas se hacen más fuertes. Por cada grado adicional que aumente la temperatura en los océanos los eventos de lluvia extrema, según pronósticos, se intensificarán un 7%. Después de cada huracán, viene la reconstrucción.

Adicional a la falta de turistas durante la tormenta, las principales infraestructuras turísticas pueden quedar inutilizables, a veces por meses. En 2015, por ejemplo, la reparación de los daños causados ​​por la tormenta tropical Erika costaron a Dominica el 90% del total de su PIB.

Sumemos a ello que el nivel del mar ha subido a un ritmo de aproximadamente 1 mm/año durante el siglo XX, y tendremos daños por inundaciones y olas en las costas, que dañan los puertos marítimos y los aeropuertos, ubicados a nivel del mar. Este se traduce en pérdida de turismo, de empleos y de ingresos en toda la región.

México no es ninguna excepción. El Centro Nacional de Prevención de Desastres (Cenapred) reportó que el impacto económico de los desastres en México aumentó un 202 % anual en 2020. Los fenómenos como huracanes y tormentas concentraron 99 % de los daños económicos y alrededor del 98 % de la población afectada por desastres.

Oaxaca, Chiapas y Veracruz fueron los estados más golpeados, pero destacó la inundación de Tabasco de octubre y noviembre, donde los daños totales se estimaron en 13,580 millones de pesos. No hay razones para asumir que la intensidad de las lluvias se reducirá en años venideros.

A pesar del difícil panorama regional, más importante aún que las pérdidas sufridas en toda Latinoamérica, deben ser los planes de mitigación futuros, entendiendo las ventajas económicas que representan. Establecer una estrategia de neutralidad de carbono en Costa Rica generará 41,000 millones de dólares en beneficios netos durante 30 años, mientras que en Perú lograr cero emisiones netas generaría 140,000 millones de dólares en beneficios netos para 2050.

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Es una inversión fuerte: Latinoamérica debería gastar entre 90 y 110,000 millones de dólares por año para políticas medioambientales, adoptando un enfoque múltiple que aumente la eficiencia energética y el uso de energías renovables, que reduzca las emisiones en el transporte y la agricultura, y que restaure y proteja los bosques, encargados de la reducción de carbono y de prevenir inundaciones.

Sin embargo, es dinero bien invertido. La transición podría ayudar a impulsar el crecimiento y generar nuevos empleos, incrementando la especialización de la población. Como ocurre con cualquier empresa, sin inversión no habrá beneficios económicos. Qué mejor que estos beneficios tengan como efecto adicional el cambio de la política ambiental en Latinoamérica.

Nota del editor: David Duque Anaya es director Ejecutivo en VLATT. Síguelo en LinkedIn . Las opiniones publicadas en esta columna pertenecen exclusivamente al autor.

Consulta más información sobre este y otros temas en el canal Opinión

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