El primer reto es el aumento de inversión, los niveles actuales dirigidos a proyectos verdes resultan insuficientes para alcanzar el objetivo de emisiones netas cero para 2050. Climate Policy Initiative estima que para 2030 se necesita financiamiento global de 4.35 trillones de dólares, mientras que en 2020 sólo fue de 632 billones de dólares.
Nos encontramos en un punto en el que no podemos permitirnos no invertir en ello, además los beneficios climáticos y económicos pueden ser visibles a corto plazo. El Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (UNEP) sugiere que el transitar hacia una economía verde podría generar ganancias por 26 trillones de dólares hacia 2030.
Sin embargo, no basta con movilizar más recursos, el siguiente reto es distribuirlos adecuadamente. Actualmente existe una brecha entre los fondos destinados a acciones de mitigación y adaptación que es necesario cerrar. En 2020, 90% del financiamiento mundial fue destinado a mitigación , que es esencial porque reduce directamente las emisiones de GEI o aumenta la captura de carbono, como el uso de energía renovable, el desarrollo de transporte limpio y la reforestación. No obstante, 3% se destinó a acciones duales y solo 7% del financiamiento fue destinado a proyectos de adaptación.
La importancia de financiar acciones de adaptación radica en que reducen la vulnerabilidad ante los impactos del cambio climático que ya son tangibles: disminuyen los riesgos de sequías, cambios de temperatura y fenómenos naturales, evitando pérdidas en las actividades económicas y ecosistemas. Invertir en este rubro es construir países resilientes a través de proyectos de seguridad hídrica, control de inundaciones, protección costera, planificación e infraestructura urbana, restauración de ecosistemas y mejoramiento de producción agrícola.
Por otro lado, 89% del financiamiento a mitigación está concentrado en energía y transporte, sectores altamente emisores de GEI. El reto que enfrenta es el de penetrar hacia los sectores más difíciles de descarbonizar , como construcción, infraestructura e industria pesada (acero, aluminio, cemento y química). En estos sectores, la transición no es tan fácil, requiere de innovación tecnológica y enfrentar altos costos de abatimiento. Además, tales industrias demandan grandes cantidades de energía para funcionar y continúan utilizando intensivamente combustibles fósiles, por lo que su contribución al calentamiento global es significativa.
En este sentido, para incrementar el financiamiento es necesario el fortalecimiento de las instituciones nacionales en materia gobernanza climática, al igual que la introducción de las metas medioambientales en los planes de desarrollo con mecanismos de acción definidos. El Banco Interamericano de Desarrollo también destaca el papel que los bancos de desarrollo nacionales pueden jugar para potenciarlo.
Además, es fundamental el desarrollo de taxonomías verdes , ya que proporcionan definiciones estandarizadas para las instituciones y permiten identificar oportunidades de inversión verdes, dotando de mayor transparencia a los mercados e impulsando la movilización de recursos.
Es importante hacer énfasis en los países en desarrollo, como México, que son los más vulnerables a las consecuencias del cambio climático y los que menos acceso a financiamiento tienen para medidas de adaptación y mitigación. En la CMNUCC, los países desarrollados se comprometieron a proveerles 100 billones de dólares anuales, meta que no se ha cumplido en los últimos años. Resulta importante darle prioridad al fortalecimiento de mecanismos internacionales y domésticos que permitan a estas economías recibir los recursos que necesitan.