Es injusto evaluar al T-MEC sólo con estas cifras, que no alcanzan a contrarrestar argumentos como la pérdida de empleo y el cierre de fábricas que se utilizan en Estados Unidos para criticarlo. Hay que incluir en la ecuación temas que no parecen favorables para México. Por ejemplo, el déficit en el intercambio de servicios que favorece de manera importante a Estados Unidos o las crecientes cifras de inversión estadounidenses que hacen palidecer a las nuestras en ese país.
En 2021 el 47% de los 31,000 millones de dólares de inversión extranjera provino de Estados Unidos, situación que no obstante supone beneficios para un país “en desarrollo” como México (pese a estar dentro del G-20). La pregunta sería, ¿qué tanta de esta inversión resulta de la existencia del T-MEC?
Una valoración justa debería incluir la integración económica de los procesos productivos y la contribución del T-MEC al logro de políticas públicas. Por ejemplo, ¿en qué medida reduce la dependencia comercial de Estados Unidos con China? ¿Existe correlación entre el aumento de déficit con los socios T-MEC y las reducciones del déficit comercial de Estados Unidos con China y empata con los objetivos de “friend-shoring o ally-shoring” (acercar la producción a regiones o países con intereses alineados con los de Estados Unidos en este caso), otorgándole así al déficit comercial de bienes un ángulo positivo?
No existe norma trilateral sobre cómo evaluar al T-MEC, por lo que cada socio puede hacerlo conforme a sus intereses. Esto genera incertidumbre sobre cómo se le evaluará dentro de cuatro años, según lo prevé el artículo 34.7 del Tratado, el cual exige una revisión conjunta del funcionamiento para determinar si se desea extender o no su vigencia otros 16 años (ejercicio que podría darse bajo una eventual nueva administración de Trump).
Esta circunstancia y las críticas a las métricas relacionadas con el intercambio de bienes, servicios e inversión, o de empleos vinculados con la exportación e importación de bienes, generan incertidumbre y facilitan hacer del T-MEC rehén de posturas políticas, por lo que para fortalecer su evaluación se podrían analizar los objetivos de sus 34 capítulos y corroborar si se están cumpliendo; o revisar el cumplimiento de sus declaraciones preambulares: promoción de la transparencia, contribución a los objetivos de política pública, promoción de altos niveles de protección al medio ambiente, etc. Y ni qué decir de la importancia de involucrar a los sectores productivos y la sociedad civil para conocer si les ha aportado beneficios, ya que poco apoyo obtiene el tratado leyendo sólo cifras sin escuchar a las personas.
El T-MEC es en gran medida una reiteración de los compromisos asumidos en el TLCAN, aunque con importantes adecuaciones como el comercio electrónico o las obligaciones laborales.