La visita de la líder demócrata a la isla habitada por 24.5 millones de personas, y que China considera parte de su territorio, no significó un simple paseo, sino una acción que viene a abrir un nuevo episodio en el viejo conflicto entre Estados Unidos y China, y que puede venir a mover estrategias políticas, económicas y de negocios.
En medio del contexto, México es un convidado de piedra, pero sobre todo un player que desaprovecha los procesos industriales derivados de este pleito. No hay discusión en cuanto a que México es parte de Norteamérica, lo que nos obliga a impulsar un crecimiento robusto de la zona, pero también debemos posicionarnos frente a nuevas estructuras económicas.
Demos paso al contexto:
Estados Unidos se sostiene como la gran potencia, pero su dominio ya no es el de antes. Algunos internacionalistas ácidos aseguran que su hegemonía está rota, al tiempo que China ha sembrado un pensamiento alrededor de su fuerte capacidad económica y pretende convertirse en un imperio en el siglo XXI y destacar la importancia de su civilización.
Julio Millán, presidente de Consultores Internacionales y artífice de la apertura china al capital mexicano, explica: “China tiene un modelo socialista aspiracional; esto propició que la política que era de economía planificada se convirtiera en una economía de desarrollo individual, para que pudiera darse lo que hoy es la fábrica del mundo”.
A través de un paper titulado “El ascenso de China vs. Estados Unidos”, publicado en la Revista Armas, el empresario complementa: “El socialismo con características chinas, que implica ser un país comunista, pero incorporando la propiedad privada, el deseo de crecimiento, la elaboración de proyectos de infraestructura enormes, genera un crecimiento que va a superar la economía de los Estados Unidos de Norteamérica”.
Por su parte, Simón Levy, ex presidente del Consejo de Administración de Latinasia (un fondo de inversión entre China y América Latina), asegura que estamos frente al preludio de una economía de guerra, focalizada en la lucha tecnológica entre Estados Unidos y China.
Su enfoque es éste: “Estamos viviendo un periodo post pandémico muy delicado y, en medio de todo ello, viene una transformación económica a través de la industria del conocimiento, específicamente con el desarrollo de los semiconductores y de los nanochips. El eje, el cordón umbilical de esta historia se llama Taiwán porque es el país con mayor especialización en el desarrollo de los microchips y de los semiconductores”.
Entonces, la visita de Pelosi a Taiwán es considerada como una provocación pues, desde hace décadas, China insiste en su integridad territorial. “China es pragmática, te negocia lo que quieras pero no sobre el tema de la soberanía territorial”, afirma Enrique Dussel Peters, coordinador del Centro de Estudios China-México de la Facultad de Economía de la UNAM. “Desde 1949, China insiste en la política de una China, por eso es que este tema asusta, pues su postura es irreductible”.
Más nos vale no meternos en este conflicto. El presidente Andrés Manuel López Obrador puede decir besos no balazos, pero no más que eso pues se trata de los dos principales socios comerciales de México. Pero sí podemos, debemos, aprovechar las oportunidades que la geopolítica nos ofrece.