Más allá de la ineficacia de la junta de gobierno de Banxico, lo que llama más la atención es su confesión sobre la verdadera intención que tiene este instituto (y otros de economías emergentes). Recientemente, un par de miembros de la junta aseveraron en entrevistas separadas que el objetivo del banco es seguir o imitar las decisiones de la Reserva Federal de Estados Unidos. Poco dijeron de la inflación. Esto no es nuevo y viene de muchos años atrás.
El caso es que este nuevo discurso sobre un puntual seguimiento a las decisiones de la Reserva Federal implica un desacato constitucional y una pérdida de confianza del ciudadano sobre el poder de compra de la moneda.
Al Banco de México ya no le ocupa tanto la inflación, como mantener una brecha positiva (y suficiente) entre la tasa de interés mexicana y la de los fondos federales. Dicha brecha, supuestamente promueve (porque desde 1994 no hemos presenciado episodios sistémicos graves) una curación en salud del sistema financiero mexicano ante eventos de volatilidad o de aversión al riesgo a nivel global. Típicamente observamos que cuando hay recesión en Estados Unidos, la brecha de las tasas reales de ambos países es mayor (a favor de México), y cuando hay expansión económica, la brecha se reduce.
Si se mira una gráfica de la tasa de fondos federales y la tasa objetivo local, desde el año 2004 a la fecha, la sincronización o seguimiento de Banxico hacia su contraparte ha sido casi perfecta, de uno a uno.
El desacato de Banxico radica en que, constitucionalmente, su misión es únicamente la preservación del poder de compra de la moneda. No obstante, en la práctica no se cumple el mandato y, en cambio, protege al sector financiero de la economía como a la niña de sus ojos. Algunos simpatizantes del ceteris paribus dirán que un riesgo sistémico materializado podría tener consecuencias inflacionarias, pero, repito, no hemos visto esos episodios desde 1994-1995.
¿Cuál es el precio de proteger la brecha positiva entre las tasas de interés de ambos países?
Partamos del hecho de que Banxico no quiere aumentar la tasa de interés suficientemente con el fin de reducir la inflación a su objetivo.
Si el fin de la política monetaria es mantener una simetría con los movimientos de la tasa de fondos federales, esto implica, en lo general, que la prioridad no es la reducción de la inflación, sino, mantener estable al sistema financiero, al cambiario y al mercado de instrumentos de renta fija y el de bonos. Aquí es donde otros actores “meten la mano” en la política monetaria.
Por ejemplo, una brecha positiva y estable entre las tasas de ambas economías, mantiene también estable la deuda del gobierno mexicano. Por otro lado, un aumento más que proporcional de la tasa de interés mexicana en términos de esta brecha, incrementaría los requerimientos financieros del sector público como porcentaje del PIB.
Siguiendo su mandato constitucional, Banxico debió haber desacoplado su política monetaria desde hace tiempo, ajustando la tasa de interés en mayor medida que la Reserva Federal. Pero esto no sucedió.