Los tomadores de decisión de la política monetaria ignoran y desdeñan la relación que existe entre el dinero y la inflación. Con base en antiguas investigaciones hechas en Estados Unidos, argumentan que no hay una relación “estable” en el tiempo entre la cantidad de dinero y la inflación. Nada más equivocado que este dogma. Por ello, los pronósticos y las decisiones de política monetaria son erróneas y sesgadas.
Por otro lado, para que el agregado monetario disminuya sus crecimientos mensuales a solo un dígito, la tasa de interés objetivo del Banco de México debe ser de cuando menos, 8%-9%. Esto mismo comenté hace un año en este espacio.
¿Por qué hay una relación entre la cantidad de dinero y la inflación?
La respuesta es obvia, pero mejor veámosla con un ejemplo muy simplificado.
Supongamos que en una economía solo hay dos bienes, manzanas y gasolina. Ambos se compran con dinero. Demás, en esa economía hay un stock de dinero disponible de 100 pesos.
Supongamos también que cada mes se produce una nueva manzana y que la producción de gasolina es constante. Sin embargo, por alguna razón, el banco central de ese país está inyectando el doble de dinero que se necesitaría para comprar cada manzana que sale al mercado mes a mes.
Por su parte, el gobierno indica a los empresarios manzaneros que no pueden subir el precio de la manzana, a pesar de que existe más efectivo en la economía.
Finalmente, llega un choque externo por el lado de la oferta de energéticos (la gasolina) que incrementa sustancialmente su precio, encareciendo la distribución de manzanas en ese país.
Dado que hay más dinero en la economía, parecería que las personas podrían compensar la subida del precio de la gasolina con el mayor efectivo que está circulando. Sin embargo, como los salarios no suben de igual forma que aumenta el efectivo nominal, esto es imposible. La gente no tiene más dinero.
Por lo que el gobierno decide intervenir subsidiando el aumento del precio de la gasolina. El gobierno toma buena parte de ese exceso de efectivo para sufragar sus gastos y subsidios por la vía del endeudamiento. Así, el gobierno ingresa en un ciclo nada ortodoxo de intervención en los mercados de dinero y de los mercados de bienes.