Así como los buenos líderes contribuyen a un mundo mejor, los malos líderes pueden destruir lo que nos ha llevado décadas, o incluso siglos, crear (probablemente todos tenemos a alguien en mente). Necesitamos con urgencia un liderazgo consciente, lo que significa que el poder y la virtud deben ir juntos, como dijo Peter Senge.
Las personas a las que damos poder (o las que lo asumen) deben ser las más virtuosas. En la forma en que hemos creado nuestros sistemas sociales, las personas más virtuosas no buscan el poder y las que tienen hambre de poder no son las más virtuosas, son las más maquiavélicas, las más corrompidas por el poder.
Cuando las organizaciones buscan el significado auténtico del liderazgo deben entender que éste es desinteresado. Los verdaderos líderes no se convierten en líderes para servir su propia agenda, sino porque quieren mejorar el mundo y llevar a las personas a un lugar mejor.
En este sentido, lo más crítico que puede hacer una empresa es nombrar al líder adecuado, porque los buenos líderes pueden hacer confluir la extraordinaria energía que existe en toda organización. Como siempre digo, los seres humanos no somos un recurso (resource), somos la fuente (source).
Las organizaciones necesitan encontrar líderes que tengan ciertos tipos de valores: que sean buenos, afectuosos, fuertes, decididos y centrados en las personas. Además de la fortaleza, deben manifestar amor y cuidado. Esa combinación de fuerza y amor es fundamental. La fuerza sin amor es tiranía, el amor sin fuerza es a menudo ineficaz. Necesitamos fuerza y amor juntos, y ahí es donde entra la integración masculino-femenina.
En términos generales, el capitalismo, los negocios y la economía están muy arraigados en la energía masculina: interés propio, materialismo, individualismo. De hecho, la mayoría de las organizaciones funcionan internamente como dictaduras, con un enfoque de liderazgo de mando y control. De alguna manera, las corporaciones son uno de los últimos reductos de la dictadura.
El liderazgo consciente reconoce la importancia de todas las cualidades humanas. No se trata solo de fuerza, coraje, enfoque, disciplina, estructura y resiliencia –tradicionalmente asociadas a lo masculino–, sino de reconocer que los matices femeninos, socialmente reprimidos, son los que más necesitamos en el mundo: empatía, compasión, inclusión, paciencia, perdón, vulnerabilidad, cuidado.
La mayoría de los hombres no entienden lo femenino. Tras miles de años en sistemas patriarcales, los hombres han reprimido y tienen miedo de lo femenino. Por ello, hay muchas culturas alrededor del mundo donde las mujeres están subyugadas. La mayoría de los hombres ven el auge de las mujeres como el declive de los hombres, pero esto tiene su origen en el miedo a perder sus privilegios. Para un progreso real, mujeres y hombres necesitan crecer juntos, integrando lo masculino y lo femenino en sí mismos.
Los líderes conscientes reconocen que el cambio vendrá no solo de tener más mujeres en posiciones de liderazgo, sino también de permitir que los hombres cultiven y manifiesten cualidades tradicionalmente femeninas. Esto no es un signo de debilidad, sino de humanidad.
Shakti es una palabra sánscrita que refiere a la energía femenina divina que aporta vitalidad e impregna toda la vida y la creación. El mensaje del liderazgo shakti es que, si bien la mayoría de las personas nacen con uno de dos géneros, cuando se quedan atrapadas en una identidad de género están operando con la mitad de la energía, la mitad de su potencial. Nuestro objetivo en esta vida es convertirnos en seres humanos completos.