En cambio, existen ciertos vicios en la conducción del mando que, lejos de contribuir a hacer eficientes los procesos dentro de una organización o institución, amenazan con entorpecer el cumplimiento de las tareas, afectando integralmente la operación.
La microgestión consiste en el involucramiento a detalle y profundidad del líder en cada una de las asignaturas que corresponde realizar a los integrantes de su grupo de trabajo.
Aunque quizá podría parecer, en primera instancia, que no se trata de algo nocivo, a continuación abordaremos algunos puntos con relación a los riesgos que esta práctica conlleva.
Como primer elemento, las estructuras organizacionales precisan de una distribución de las funciones generales y específicas, de la mano de áreas o departamentos abocados a objetivos concretos.
Así, las tareas se delegan a equipos de trabajo o individuos de acuerdo con sus perfiles y aptitudes profesionales. Entonces, la función del líder consiste en dar directrices e indicaciones, llevar un seguimiento, y retroalimentar el desempeño de la persona o personas responsables de la asignación.
Para tal efecto, es indispensable contar con personal capaz, pero, sobre todo, depositar confianza en el trabajo de los colaboradores, dada su preparación y experticia en las áreas respectivas de desenvolvimiento.
En cambio, cuando el gerente o jefe se inmiscuye en cada detalle de los procesos, a tal grado que anula la capacidad de decisión y resolución de los grupos laborales, cualquier atisbo de creatividad se aniquila, y los colaboradores sienten que no se les concede su lugar conforme al valor que aportan (o pueden aportar).
Dicho de otro modo, al no establecer una cultura de la confianza, bajo un esquema de capacidad de delegar, el microgestor produce frustración en el personal a su cargo, lo cual se refleja negativamente a mediano y largo plazo.
En segundo término, la microgestión es sumamente perjudicial para el propio líder, ya que, por definición, adentrarse hasta el fondo en cada detalle consume mucho tiempo.
Por tanto, el gerente o jefe, al concentrarse en particularidades que debiera delegar, pierde la necesaria perspectiva que exige el ejercicio de liderazgo, limitando su visión.