Por supuesto, en gran medida los gobiernos democráticos que se fueron estableciendo en países en vías de desarrollo, tenían muchas carencias y mostraban algunas conductas de represión o autoritarismo, arraigadas en sus pasados coloniales o en vicios antidemocráticos.
La democracia tiene la virtud de ser el sistema que resulta más efectivo para evitar que el acceso al poder político se dé por medio de la violencia. Mediante mecanismos de legitimación y participación ciudadana, como la celebración de elecciones periódicas para designar a gobernantes y representantes, se brinda cierto rumbo de estabilidad a los países.
Por su puesto, el orden y el civismo son bases para el progreso y el desarrollo social en sentido amplio, razón por la cual decimos que la democracia, como modelo de organización política, es necesaria para lograr un estado de bienestar sostenible en el tiempo.
Sin embargo, aquí cabe destacar que la democracia en sí misma no es una panacea cuya llegada resuelve todos los males. Para ilustrar este punto, algunos analistas suelen afirmar con ironía que la democracia es el peor sistema de gobierno, con excepción de todos los demás.
A pesar de que, en la actualidad, la mayoría de las naciones contemplan en sus constituciones y leyes separación de poderes, instituciones democráticas y elecciones periódicas para elegir cargos públicos, hay en sus territorios asignaturas pendientes como la desigualdad económica, el desempleo, y la discriminación que persisten, generando descontento entre las poblaciones.
Con todo, debemos insistir en que la democracia no es sino el punto de partida para edificar sociedades con potencial de crecimiento, y brindar las condiciones necesarias para impulsar el talento de las personas, creando ambientes de cooperación y bonanza.
En cambio, donde el autoritarismo restringe las libertades, anula el reconocimiento de los derechos humanos, y se sirve de violencia para combatir opositores y disidentes, todo atisbo de progreso será un espejismo. Sin democracia no hay auténtico bienestar.
Habiendo dicho esto, hace falta revalorizar el concepto de democracia para trabajar en fortalecerla por medio de acciones concretas. Esperar que los gobiernos, en sus distintos órdenes, sean quienes hagan todo es iluso y conduce al fracaso.