La primera tiene que ver con la gran sorpresa del 2022, la inflación. Creo que vamos a ver un descenso generalizado en el mundo, aunque a distintos ritmos en cada región. En Estados Unidos ya comenzó a bajar, aunque la subyacente está aún en niveles no vistos desde 1991. Coincide con un mercado de trabajo que se mantiene vigoroso y eso lleva a suponer que habrá que hacer un gran sacrificio en términos de empleo para controlar la inflación.
Me parece que hay un riesgo de diagnóstico. Esta interpretación tipo curva de Phillips supone un ciclo “normal”, no la secuencia de choques extraordinarios que hemos vivido en los últimos tres años y que han hecho que el empleo no opere con rezago respecto a la marcha de la economía. Eso podría implicar una Fed que aprieta demasiado, riesgos de estabilidad financiera, inflación y crecimiento bajos en nuestro vecino del norte: menos del 2% y del 1% respectivamente para las dos últimas variables.
En México, el descenso en inflación será más gradual – y difícilmente lineal – porque la política de precios de energéticos amortigua sus efectos, tanto al alza como a la baja. También cuenta el que el peso de alimentos –cuyo descenso en precios es menos claro– sobre la canasta mexicana es mayor. La última encuesta entre especialistas de Citibanamex ve la inflación en nuestro país cerrando el 2023 al 5.1%. Yo creo que podríamos estar por debajo del 5%, pero con una gran dispersión en precios relativos.
En el frente de crecimiento, el 2022 sorprendió al alza en México con un aumento del PIB cercano al 3%. Será la primera vez en ocho años que crecemos más que Estados Unidos. Sin embargo, suponer que nos desacoplamos y no seremos afectados por la menor actividad en Estados Unidos sería un craso error. Si nuestro vecino crece menos del 1% en 2023, es difícil pensar que México pueda avanzar mucho más.
Un argumento recurrente es que el nearshoring nos puede ayudar. Quizá, pero no creo que implique un cambio estructural de tal magnitud que pueda cambiar la tendencia (de hecho, a nivel estructural el nearshoring implica desviación de comercio y como tal, pérdidas en eficiencia). Un crecimiento de solo 1% en el 2023 – bastante probable – precisaría que el PIB avanzara al menos 2% en el 2024 para que el de AMLO no fuera el sexenio con el menor crecimiento económico en la historia reciente. La economía por ende no ayudara a distender un ambiente político cada vez más enrarecido, al contrario.
Pero es en el frente de comercio exterior donde centro mis preocupaciones. Creo que nuestro gobierno conceptualiza las disputas en este frente con nuestros socios como temas políticos, no técnicos ni de política comercial. Eventuales fallos en nuestra contra en paneles como el asociado a la política energética involucran riesgos sustanciales para distintos sectores. Las exportaciones agroalimentarias por ejemplo acumulan 37.8 miles de millones de dólares (mmd) en enero-septiembre de este año, más ya que las petroleras (30.1 mmd) y a diferencia de ésta, la balanza de aquella reporta un superávit desde hace ocho años.