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Un año de la invasión rusa a Ucrania. ¿Qué tan lejos está el fin del conflicto?

La crisis internacional que ya dura un año es de la mayor gravedad y ha derivado en importantes ajustes en la geopolítica internacional, apunta Horacio Vives Segl.
vie 24 febrero 2023 12:01 AM
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Si se comparte la visión de que Rusia va perdiendo la guerra y que su poderío militar ha quedado cuestionado, no es obvio que Putin no cuente con recursos relevantes y los siga destinando para intentar cambiar los equilibrios de esta guerra, señala Horacio Vives.

(Expansión) - El 24 de febrero se cumple un año de la invasión rusa del tirano Vladimir Putin a Ucrania. Dada la renovada unidad de las potencias de Occidente, lo que parece estar principalmente en el juego geopolítico actual es la revisión del complejo pacto de los vencedores de la Segunda Guerra Mundial, autonombrados custodios del orden mundial surgido desde el inicio de la Guerra Fría.

Como nunca es cierto que Estados Unidos, el Reino Unido y Francia —a la que se suma la Alemania unificada, reconvertida tras haber pagado muy caro los horrores del atroz nazismo— hoy tienen el hercúleo desafío de ser un contrapeso de la tiranía de Vladimir Putin. A este escenario, hay que sumarle el ascenso de China como potencia global.

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La crisis internacional que ya dura un año es de la mayor gravedad y ha derivado en importantes ajustes en la geopolítica internacional. Por citar las más inmediatas consecuencias, está un entusiasmo robustecido por los valores y la alianza de Occidente: con Joe Biden al frente, Estados Unidos “regresa” a la OTAN para dinamizar el liderazgo que tan sin cuidado tuvo a Donald Trump; en esta lógica, reviste una gran importancia política, más allá del simbolismo, que Biden haya destinado el feriado del Día de los Presidentes en Estados Unidos (este año, el 20 de febrero) para visitar Kiev y respaldar a Volodimir Zelenski en suelo ucraniano.

Por su parte, Alemania dio un vuelco vertiginoso en cuanto a su doctrina militar para apoyar a Ucrania; el Reino Unido y Francia reafirman la sólida convicción de incrementar y diversificar los apoyos militares contra Putin; y Suecia y Finlandia pusieron fin a años de discusiones dubitativas y se decantaron por ser parte de la OTAN.

Ciertamente, también ha sido una dura prueba para las democracias de Occidente, que enfrentan fuertes cuestionamientos en un entorno de lo que crecientemente se denomina como el “sur global”.

Hay, por supuesto, consecuencias económicas importantes. En primer lugar, para Ucrania, que tardará mucho en recuperarse y seguirá requiriendo de la ayuda internacional. Pero también ha generado un costo para Rusia. No se pueden desestimar las sanciones que las potencias de Occidente le han impuesto. Hay que señalar que, si bien fue la intención de distintos países de Europa el terminar con el abastecimiento ruso de gas y petróleo, realistamente no les fue posible.

Si bien el mapa energético europeo tuvo transformaciones significativas en el último año, no es menos cierto que las arcas rusas siguen acumulando importantes ingresos por la dependencia europea de los combustibles fósiles rusos. Además de lo energético, dado que ambos países se encuentran como principales productores de cereales en el mundo, los efectos en las cadenas alimentarias han tenido consecuencias globales y los efectos inflacionarios se han dejado sentir en distintas partes del mundo.

Si se comparte la visión de que Rusia va perdiendo la guerra y que, en definitiva, su poderío militar ha quedado cuestionado —las bajas en las fuerzas armadas rusas en un año ya superan las de los 10 años de la invasión de Afganistán—, no es obvio que Putin no cuente con recursos relevantes y los siga destinando para intentar cambiar los equilibrios de esta guerra en favor de Rusia.

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Por su parte, Volodimir Zelenski ya representa un liderazgo mundial que aglutina las simpatías globales ante la tragedia de la población ucraniana y la resiliencia con la que ha enfrentado los ataques de Putin. Ahora bien, no le falta razón cuando, con firmeza, vuelve a repetir una y otra vez desde que lanzó las alertas antes de aquel aciago 24 de febrero hace un año: “las decisiones tardías fortalecen a la dictadura de Putin”.

Además de la visita de Biden a Ucrania, la fecha coincide con la celebración de la 59ª Conferencia de Seguridad realizada en Múnich el fin de semana pasado, con presencia de unos 150 países y organismos internacionales (Consejo y Unión Europea, OTAN). Más allá de los matices y especificidades entre las rutas diplomáticas y militares que ahí se apreciaron, y que no son menores, hay una coincidencia fundamental entre los países democráticos (exceptuando sólo a los que están actualmente “secuestrados” por algún populismo de derecha o izquierda): respaldar a Ucrania y derrotar a Putin.

La vía es el incremento en el apoyo militar al gobierno encabezado por Volodimir Zelenski, para reforzar la apuesta estratégica por una pronta terminación del conflicto. Contundentes declaraciones, tal vez cargadas de demasiado optimismo, frente a una Rusia que, en los hechos, parece no estar dispuesta a rendirse.

Nota del editor: Horacio Vives Segl es licenciado en Ciencia Política por el Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM) y doctor en Ciencia Política por la Universidad de Belgrano (Argentina). Síguelo en Twitter . Las opiniones expresadas en esta columna son responsabilidad del autor.

Consulta más información sobre este y otros temas en el canal Opinión

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