Hay quienes deducen que el dato es una confirmación de que México se está beneficiando de la reconfiguración de cadenas globales, pero también hay otros que consideran que esta cifra demuestra que en realidad México no ha sacado ventaja de dicho proceso. En ambos casos se incurre en un problema de mala interpretación: la forma como este dato se configura hace imposible que sea útil para realizar inferencias en ninguno de los dos sentidos.
Para poder cuantificar los beneficios o la intensidad del proceso de relocalización en México necesitamos otras herramientas. Además, debemos considerar que el nearshoring podría financiarse con fuentes distintas a la IED, como pueden ser préstamos de proveedores o del sector financiero nacional e internacional.
El dato sobre el cambio porcentual en el flujo anual de IED en México es inútil para identificar procesos de relocalización por dos motivos. Primero, hay que considerar que la forma como se construye el dato no nos permite ver cuál es el destino de esa inversión y, por ende, no sabemos si se está utilizando para relocalizar un proceso industrial que antes se hacía en otro lado, o simplemente es una inyección de capital a las actividades que ya se hacían en México.
El dato se construye a partir de los flujos provenientes del extranjero que la SE considera que representan cambios en el capital social, en las cuentas por pagar o por cobrar con partes relacionadas y en el resultado acumulado de ejercicios, por parte de residentes en el exterior en las empresas obligadas a reportar esos flujos. Podemos saber de dónde viene, podemos saber la fuente de los recursos, pero no podemos saber para qué se usan.
Esto no significa una deficiencia o un error en el cálculo de la cifra, sino que, en el consenso articulado por el Fondo Monetario Internacional para hacer comparables los datos de inversión entre distintos países, se acordó basar los cálculos no en el gasto, sino en el financiamiento. Es decir, se registra la IED según las características de los fondos pero no registramos su uso. Sabemos que el dinero vino de fuera, no sabemos qué fierros se compraron con ese dinero.
Hoy quisiéramos identificar si eslabones particulares de las cadenas globales de valor están trasladándose a México, pero el dato de IED no está diseñado para responder esa pregunta.
Por esta misma razón, la forma en la cual se clasifica la IED tampoco puede arrojar alguna luz sobre el proceso de relocalización. La SE reporta qué porcentaje de la IED en cierto periodo corresponde a reinversión de utilidades, cuentas entre compañías o nuevas inversiones. Nuevamente, estas clasificaciones solo corresponden a la fuente de los recursos que se están invirtiendo y no al destino de su gasto.
En cualquiera de los tres casos, esos recursos pueden financiar una expansión de las actividades ya existentes o pueden, en efecto, usarse para nuevas actividades que antes se realizaban en otra parte del mundo. Desgraciadamente con los datos disponibles no podemos saberlo. Menos aún si carecemos de información sobre fuentes de financiamiento distintas a la IED para llevar a cabo los procesos de relocalización.