A pesar de que con la aparición de nuevas herramientas de IA, el discurso tiende a ser pesimista, la historia nos ha demostrado que el surgimiento de sistemas inteligentes no suplanta al ser humano, sino que lo complementa. Suma a nuestras historias, ideas y experiencias.
Mary Beard nos recuerda que “lo nuevo” tiene grandes ventajas en el trabajo, incluso cuando tendemos a rechazar estos avances por la nostalgia del pasado. En su artículo Ya no hay que excavar para encontrar el pasado , la historiadora explora la relación entre los métodos tradicionales de la arqueología y la introducción de la IA en la profesión para llevar a cabo investigaciones de manera práctica y sostenible a través de representaciones virtuales.
Pero, por mucho que estas tecnologías utilicen métodos avanzados de recopilación y procesamiento de la información, hace falta un impulso —potenciado por la dopamina— que nos arroje a descubrir con ánimo y fascinación: la creatividad humana.
No es la primera vez que nos sentimos amenazados por el desarrollo tecnológico. Hace medio siglo, el gremio de telefonistas se mostró inconforme cuando el servicio telefónico comenzó su automatización, a pesar del obvio beneficio social que implicó este avance. De la misma manera los copistas del siglo XV, preocupados por la eliminación de su labor con la invención de la imprenta. No obstante, tanto los telefonistas como los copistas sintieron alivio de no tener que invertir más horas, recursos y un esfuerzo descomunal para llevar a cabo estas tareas repetitivas.
Si bien la inclusión de sistemas innovadores en el trabajo parece desvirtuar el método artesanal, como nos recuerda Asimov, la tecnología no está aquí para hacer todo el trabajo por nosotros. La colaboración entre los humanos y las máquinas juega con las diferentes fortalezas de ambos; para que cada una de estas herramientas funcione se necesita de un experto en la materia que entienda la lógica detrás del proceso y que estos sistemas devuelvan las respuestas correctas. El desafío consiste en estar abierto a probar cosas nuevas.
Los creadores, investigadores y formadores pueden utilizar la tecnología como herramienta de apoyo para impulsar nuestro desarrollo personal; basta con observar qué están haciendo los profesionales como Mary Beard, que gracias a la IA son capaces de desplegar mapas de pueblos enteros hundidos en la tierra, con sólo tocar unos botones.