Por tanto, a continuación, abordaré algunas de las ventajas de crear y fortalecer políticas empresariales de inclusión laboral para personas con discapacidad:
En primera instancia, la conformación de equipos de trabajo plurales siempre es redituable para las organizaciones, ya que la integración de perfiles complementarios abona en la consecución de las metas de la empresa.
Bajo esta lógica, las personas con discapacidad tienden a compartir cualidades destacables como la resiliencia y la capacidad de adaptación al cambio, las cuales se traducen en un gran activo para alcanzar objetivos concretos para la organización.
Los estigmas que históricamente han acompañado a las personas con discapacidad deben ser superados en la era contemporánea, dado que todo ser humano es valioso en sí mismo, y cuenta con el potencial de crecimiento y desarrollo para sumar en favor de cualquier proyecto determinado.
Más aún, estas concepciones sociales equivocadas ponen demasiado énfasis en la discapacidad en cuestión, lo que constituye un grave error, porque todos los individuos tenemos limitantes, que no son impedimento para madurar en el plano profesional, y ofrecer nuestros conocimientos y aptitudes al servicio de propósitos puntuales.
Es comprobable que aquellas empresas que optan por integrar entre su planta de colaboradores a personas con discapacidad tienen mejor desempeño y obtienen mejores resultados en el plano de productividad.
En segunda instancia, toda empresa que aspira a ser socialmente responsable debe convertirse en incluyente por convicción. Se trata de un tema de justicia y respeto óptimo de los derechos humanos. La discriminación es un mal que afecta a la sociedad de múltiples formas, y promover programas y estrategias para combatirla es un deber moral.
Además, las organizaciones que apuestan por políticas de inclusión son percibidas por sus colaboradores como espacios de trabajo mucho más armónicos, con ambientes laborales óptimos, asegurando una mayor permanencia y sentido de identidad. Por supuesto, ello repercute en el éxito de los objetivos trazados.
Nuevamente, cuando se prioriza la dimensión humana, los resultados favorables se tornan tangibles. Las empresas del siglo XXI necesitan transitar hacia un entorno donde permee el respeto, la empatía y la integración.
Como tercer elemento, la iniciativa privada tiene la responsabilidad de construir ambientes de mayor participación social, donde nadie se quede atrás. Una de las críticas al sistema capitalista es que ha puesto por delante la ganancia inmediata, sin tomar en cuenta el aspecto humano.