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¿Cómo entender las inversiones extranjeras directas?

De los gobiernos depende qué tan atractivos vuelven a sus países, mediante políticas fiscales y comerciales atractivas, pero también depende de ellos el preservar el Estado de Derecho.
jue 22 junio 2023 05:59 AM
IED e Asia apunta a México
Probablemente el aspecto más recurrido para las inversiones extranjeras directas (para diferenciarlas de las inversiones peregrinas o indirectas) sea el de ‘brincar’ las barreras comerciales y ‘producir como locales’, apunta Claudio Rodríguez-Galán.

(Expansión) - El fenómeno de las inversiones extranjeras desde un punto de vista jurídico comercial es dinámico e interesante. Si bien es claro cómo opera, los racionales son diversos. Es decir, ¿qué lleva a una empresa el invertir en cierto sector, en un país determinado y en un momento concreto? La primera obvia razón es la expansión de mercado, pero no es la única y probablemente sea la menos utilizada.

En un mundo de globalización y geopolítica cambiante, los mercados se adaptan en consecuencia. Asimismo, si bien la red de tratados internacionales es amplia, esos puntos de conectividad brindan retos y oportunidades para las empresas y no a todas de la misma forma. Por supuesto, están los racionales de costos de producción, disponibilidad de recursos naturales, mano de obra calificada, acceso regional e incentivos fiscales.

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Ahí los países pueden controlar algunos de esos factores, pero no todos. De los gobiernos depende qué tan atractivos vuelven a sus países, mediante políticas fiscales y comerciales atractivas, pero también depende de ellos el preservar el Estado de Derecho, el respeto a la propiedad industrial y respeto a las inversiones y los inversionistas como elementos fundamentales de atracción. Cada vez más se ha vuelto igualmente importante la solidez de sus leyes ambientales, compromisos medioambientales y visibilidad de su mercado e insumos energéticos.

Por el otro lado, poco o nada pueden hacer sobre su situación geográfica, acceso a vías naturales de comunicación y disponibilidad de recursos naturales. Son lo que son y tienen lo que su territorio les ofrece. Pero es mucho lo que pueden hacer en atraer inversiones que buscan producir de forma sustentable mediante la adopción de legislación que apoye la ‘renovabilidad’ de insumos y la circularidad de la economía. Esto se ha vuelto recurrente y fundamental en los últimos años y las recientes inversiones y financiamientos en México lo confirman. Tan importante se ha vuelto que se ha caído inclusive en el ‘greenwashing’, es decir, pretender ser sustentable sin serlo con el afán de acceder a esos financiamientos y satisfacer la importancia que conlleva. La disponibilidad de energía renovable de un marco sólido de promoción de ésta y acceso para las nuevas industrias simplemente alientan o detienen hoy las inversiones.

Probablemente el aspecto más recurrido para las inversiones extranjeras directas (para diferenciarlas de las inversiones peregrinas o indirectas) sea el de ‘brincar’ las barreras comerciales y ‘producir como locales’, que es una forma refinada de solamente ampliar mercados. Me explico.

Si producir en el país de origen cuesta 100 pero llevarlo a un nuevo mercado, con o sin barreras arancelarias, cuesta 10, el precio en el país importador deberá ser mínimo de 110. Si a esto le añadimos que no exista un tratado de libre comercio entre el país de importación y exportación se tendrá que añadir el costo de aranceles, lo cual podría llevar el costo de ese producto en el mercado de importación a 130. Si por el contrario, derivado de las condiciones económicas, disponibilidad de recursos, incentivos fiscales, costo de energía, disponibilidad de energía renovable, el producir ese mismo producto directamente en el país de importación (ahora producción) es de 80, quiere decir que, al no tener que pagar costos de transporte ni aranceles, el precio de ese producto, ya en el país de consumo final, puede ser a partir de 90.

Por supuesto, excluyendo el ‘dumping’, que es una práctica ilegal y sancionada a nivel internacional, quiere decir que el producto se vuelve más atractivo para el mercado final, que antes era de importación y ahora es mercado de producción.

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Si a ese ejemplo le añadimos que el país de producción es parte de un tratado de libre comercio con el cual el país de la inversión de origen no es parte, quiere decir que, conforme a las reglas de origen, el producto se vuelve parte beneficiario de ese tratado, al cual hubiera sido imposible acceder el inversionista, pues no es parte de dicho acuerdo internacional.

Lo anterior generalmente va acompañado de componentes adicionales como la integración vertical y horizontal, que nos lleva al mundo de la competencia económica, pero esa es otra discusión. En resumen, no es sorpresa que las legislaciones federales mexicanas en materia de propiedad industrial, inversiones extranjeras, comercio exterior y competencia económica, todas promulgadas entre 1991 y 1994, hayan sido un gran acierto legislativo, pues son el marco que permite que hoy México siga siendo atractivo para los inversionistas.

En efecto, esas leyes, de corte neoliberal, con sus modificaciones posteriores, son las que hoy permiten fenómenos como el ‘nearshoring’ que tantos beneficios potencialmente pueden traer a México. Son, por el contrario, las ideologías del pasado y la violación sistemática del Estado de Derecho las que detienen dicho potencial.

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Nota del editor: Claudio Rodríguez Gálan es abogado y socio de la Práctica de Energía de Holland & Knight. Síguelo en LinkedIn . Las opiniones publicadas en esta columna pertenecen exclusivamente al autor.

Consulta más información sobre este y otros temas en el canal Opinión

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