Ahí los países pueden controlar algunos de esos factores, pero no todos. De los gobiernos depende qué tan atractivos vuelven a sus países, mediante políticas fiscales y comerciales atractivas, pero también depende de ellos el preservar el Estado de Derecho, el respeto a la propiedad industrial y respeto a las inversiones y los inversionistas como elementos fundamentales de atracción. Cada vez más se ha vuelto igualmente importante la solidez de sus leyes ambientales, compromisos medioambientales y visibilidad de su mercado e insumos energéticos.
Por el otro lado, poco o nada pueden hacer sobre su situación geográfica, acceso a vías naturales de comunicación y disponibilidad de recursos naturales. Son lo que son y tienen lo que su territorio les ofrece. Pero es mucho lo que pueden hacer en atraer inversiones que buscan producir de forma sustentable mediante la adopción de legislación que apoye la ‘renovabilidad’ de insumos y la circularidad de la economía. Esto se ha vuelto recurrente y fundamental en los últimos años y las recientes inversiones y financiamientos en México lo confirman. Tan importante se ha vuelto que se ha caído inclusive en el ‘greenwashing’, es decir, pretender ser sustentable sin serlo con el afán de acceder a esos financiamientos y satisfacer la importancia que conlleva. La disponibilidad de energía renovable de un marco sólido de promoción de ésta y acceso para las nuevas industrias simplemente alientan o detienen hoy las inversiones.
Probablemente el aspecto más recurrido para las inversiones extranjeras directas (para diferenciarlas de las inversiones peregrinas o indirectas) sea el de ‘brincar’ las barreras comerciales y ‘producir como locales’, que es una forma refinada de solamente ampliar mercados. Me explico.
Si producir en el país de origen cuesta 100 pero llevarlo a un nuevo mercado, con o sin barreras arancelarias, cuesta 10, el precio en el país importador deberá ser mínimo de 110. Si a esto le añadimos que no exista un tratado de libre comercio entre el país de importación y exportación se tendrá que añadir el costo de aranceles, lo cual podría llevar el costo de ese producto en el mercado de importación a 130. Si por el contrario, derivado de las condiciones económicas, disponibilidad de recursos, incentivos fiscales, costo de energía, disponibilidad de energía renovable, el producir ese mismo producto directamente en el país de importación (ahora producción) es de 80, quiere decir que, al no tener que pagar costos de transporte ni aranceles, el precio de ese producto, ya en el país de consumo final, puede ser a partir de 90.
Por supuesto, excluyendo el ‘dumping’, que es una práctica ilegal y sancionada a nivel internacional, quiere decir que el producto se vuelve más atractivo para el mercado final, que antes era de importación y ahora es mercado de producción.