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Castillo de naipes

La corrupción del gran proceso electoral 2023-2024 parece hoy irreversible e irreparable.
vie 23 junio 2023 06:10 AM
Castillo de naipes
Es de lamentar que el oportunismo legislativo nos haya heredado un enorme castillo de naipes, conocido como legislación electoral, que se irá derrumbando a lo largo del presente año, señala Gabriel Reyes.

(Expansión) - Durante décadas se ha pensado que los problemas de México se arreglan legislando, asunto que ha sido consistentemente promovido por quienes ocupan curules. Tal postura les arrienda posición, presencia y hasta jugosos negocios. Nuestros legisladores, durante años, hicieron de la agenda parlamentaria el eje de la vida política nacional.

Visto a la distancia, el andamiaje legal que teníamos hace cinco décadas era de mayor calidad, dado que era producto de un proceso pausado, sólido, y, sobre todo, razonablemente desinteresado. Esto es, los diputados y senadores no eran simples promotores de iniciativas impulsadas por empresarios ávidos de apropiarse algún sector de la industria o el comercio; de políticos ansiosos de montar un trabuco que les mantenga en el poder, o bien, de grupúsculos conformados para apoderarse de instancias gubernamentales, viendo en ellas, agencias de colocación para amigos, parientes y demás incondicionales.

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Es cierto que la modernidad introdujo materias y sectores que no pudieron siquiera imaginar los integrantes del Congreso de la última mitad del siglo XX, pero, lo que ahora resaltamos es que las manos que mecieron la cuna los últimos 40 años nos han dejado un ordenamiento jurídico plagado de distorsiones, sesgos y desvíos, que, lejos de abonar en condiciones que nos sacaran del subdesarrollo, nos han hundido aún más en él.

Es abrumadora la cantidad de leyes y decretos armados a modo, en los que el tiempo dejó clara la existencia de algún promotor o financiador sustantivo que hizo bailar a los legisladores al ritmo que el negocio marcaba. Muchos, claro, buscaban promoverse, para llegar a ser gobernadores, o simplemente, pasar de una Cámara a la otra, en tanto que otros se volvieron acaudalados personajes cuyas cuentas bancarias no se compadecieron, jamás, con las dietas y estipendios recibidos oficialmente.

Algunos de ellos cuentan en su currículo 20, 30 o más años de “servicio público”, esto es, desarrollaron una actividad que apuradamente les habría generado ingresos suficientes para vivir modesta, pero decentemente. Sin embargo, son dueños de decenas de inmuebles, costosas mansiones, y tienen una desahogada forma de vida que nadie puede creer haya sido producto de un modo honesto de vida. Algunos de ellos, incluso, están vetados para ingresar al vecino del norte, dado que cuentan con abultados y comprometedores expedientes. Esos bolsillos llenos han dejado un ordenamiento jurídico caótico, mal escrito y peor implementado. Nos tomará décadas rehacer la vida jurídica del país.

Hoy, destaca la llamada legislación electoral, producto de las más bajas pasiones, turbios arreglos y opacos intereses. Es ese sector de la vida pública la que inspiró originalmente la frase que reza que la política nacional es una arena de cuotas y cuates.

Durante mucho tiempo se confirió gratuitamente al instituto electoral el ser origen de la paz postelectoral, pero es claro que han vivido en un entorno donde el mérito se encuentra en lo que no pasó, esto es, el que no se suscitó un conflicto al concluir las elecciones, lo cual pudo suceder bien, porque los controles han sido suficientes, o porque los derrotados no pudieron acopiar elementos que les permitiera sustentar un litigio con probabilidades de éxito.

Hasta hoy, sólo podemos dar cuenta de que Zedillo se encargó de apagar toda posibilidad de contienda en el año 2000, y que, en el 2006, el órgano electoral no fue realmente el factor de estabilización que sacó al PRD de las calles. Años después, el panismo aceptó la derrota. En el 2018 “ganó” el eterno inconforme. De forma que no hemos visto a un Consejo que imponga el orden, acalle inconformidades, ni mucho menos que esclarezca el uso ilegal de financiamiento en las campañas.

El proceso en curso es la primera prueba a la que es sometida la autoridad electoral, y, hasta ahora, está reprobada. No sólo acusa severas deficiencias la mecánica de integración del órgano supremo, sino que las medidas correctivas no cuentan con la gradualidad necesaria que les permita establecer condiciones equitativas sin que deban arrasar el tablero de juego. Está secuestrado por personas incapaces, sobre todo, de ocultar sus querencias, afinidades y lealtades, y ya no hablemos de la aptitud para generar confianza en el resultado.

Qué bueno que el INE se defienda del que está de paso por la silla presidencial, evitando que infrinja la Constitución, pero es necesario ser serio y realista en cuanto a lo que es y puede hacer, distinguiéndolo de lo que nos gustaría que fuera, pero nunca ha sido.

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Los instrumentos de política pública prueban su idoneidad cuando son puestos a prueba, no cuando deambulan en ausencia de conflictos. Es claro que no referimos a simples y menores señalamientos, objeciones o acusaciones, esas en todo proceso surgen y son relativamente fáciles de superar, permanecen sólo algunas semanas en la palestra pública y no precisan de severas medidas correctivas dictadas por tribunales. La prueba de la que hablamos es aquella que atiende algún evento o entorno que pone en riesgo la equidad y demanda medidas que eviten se corrompan de manera irreparable los procesos comiciales.

La corrupción del gran proceso electoral 2023-2024 parece hoy irreversible e irreparable, espero equivocarme. Es de lamentar que el oportunismo legislativo nos haya heredado un enorme castillo de naipes, conocido como legislación electoral, que se irá derrumbando a lo largo del presente año.

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Nota del editor: Gabriel Reyes es exprocurador fiscal de la Federación. Fue prosecretario de la Junta de Gobierno de Banxico y de la Comisión de Cambios, y miembro de las juntas de la Comisión Nacional Bancaria y de Valores y de la Comisión Nacional de Seguros y Fianzas. Las opiniones publicadas en esta columna corresponden exclusivamente al autor.

Consulta más información sobre este y otros temas en el canal Opinión

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