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Acuerdo institucional

Aquella mayoría que en los siglos XIX y XX optó por tan infaustos candidatos, es la misma que hoy pone y mantiene a los que no debemos buscarles parecido con los de antes, porque son lo mismo.
vie 16 junio 2023 06:10 AM
Acuerdo institucional
La ciudadanía, viéndolo con calma, ha sido consistente, ha elegido a los mismos perfiles hace más de 200 años, es lo que gusta, lo que convence, apunta Gabriel Reyes.

(Expansión) - Lo que hoy pasa en México no constituye transformación alguna. Somos un país que gusta de ser gobernado por opciones autoritarias, poco eficientes y marcadas por la corrupción. Basta repasar nuestra historia independiente para caer en cuenta de que el equilibrio de los pesos y contrapesos no es lo nuestro, y, queriéndolo o no, la mayoría se encuentra a gusto teniendo a caudillos que postulan extremismos ideológicos.

Somos un estado que ha sido gobernado los últimos 200 años por personajes o instituciones cuyo talante democrático puede, y debe, ser cuestionado severamente. La 11, o seis veces, según el narrador que se prefiera, que ocupó la presidencia López de Santa Anna, pinta claramente a nuestro electorado. Fue idolatrado durante muchos años, no obstante que los resultados de su gestión fueron claramente desastrosos. Antes de que fuera expulsado de la política nacional mantuvo el poder sin oposición, gozando de un poder ilimitado.

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Juárez llegó a consecuencia de una compleja renuncia producida en el conservador gobierno que lo entronó en la presidencia de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, puesto al que llegó a sabiendas de que él sería el sustituto de Comonfort en caso de la ausencia de éste, por lo que es claro que su compañero de fórmula no le veía con malos ojos. Aquel se mantuvo en el poder hasta su muerte, a pesar de que se hicieran graves señalamientos de fraude electoral en 1871.

El otro contendiente en ese proceso electoral llegó al poder adoptando como bandera la no reelección, pero se quedó 30 años en el poder, dejando la presidencia ya enfermo y cansado, pero llevando consigo una importante fortuna al viejo continente, la cual nadie objetó, ni siquiera Madero. El “triunfo” de este no pudo ser más oportuno y provechoso para Díaz Mori. Pocos lo recuerdan, pero no salió huyendo, se fue en triunfal gira de despedida y nadie sugirió fincarle algún tipo de responsabilidad, menos aún, privarle de bienes o posesiones.

Pocos años después, dos sonorenses alcanzaron un pacto institucional para alternarse en la silla, pero uno fue asesinado, dejando al otro en absoluto control del país. Tuvieron que pasar 65 años para que otro sonorense corriera la misma suerte, fue ultimado por un asesino solitario. Claro, antes, algunos militares ocuparon la primera magistratura.

Durante décadas se dijo que el PRI era la dictadura perfecta, porque más allá de los oprobiosos carros completos y las decisiones atrabiliarias que nadie osaba denunciar, tras algo de ruido postelectoral, el elegido del omnipotente partido sabía que, a la llegada del final de su sexenio, le correspondía designar a su sucesor, no a un candidato, se destapaba al que sería presidente de la República, ni más, ni menos.

El sexenio de Miguel Alemán trazó la ruta de quienes podrían volverse millonarios de la noche a la mañana en puestos burocráticos, llegando a decirse que vivir fuera del presupuesto era un error. Abundaron chistes en tiempos de Echeverría y López Portillo, pero todo mundo sabía y esperaba el destape, dado que las elecciones fueron siempre un mero formalismo.

Dentro del PRI surgió una corriente opositora, financiada de nadie sabe dónde, que permitió que el PRD fungiera como validador de una democracia vaciladora, mientras que el PAN prefirió encumbrar abogados que hicieron de defender, a priistas en desgracia, toda una industria. En el fondo, siempre fue el PRI el que hacía de los partidos de oposición anodinos chorritos, que se hacían grandotes y se hacían chiquitos. Las elecciones se decidieron, durante mucho tiempo, en algún escritorio de Bucareli.

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Hoy tenemos a un expriista que supo reconocer lo que quiere oír ese pueblo que llevó al poder a Santa Anna, a Porfirio Díaz, a Plutarco Elías Calles, y a muchos tricolores que sólo trajeron ruina, corrupción y crisis recurrentes. El código genético de Morena se escribe con los mismos ingredientes, siendo evidente que cada vez es más difícil distinguirle de quienes antes se hacían del control de Congreso, para hacer lo que les venía en gana, sí, de esos que cuando era necesario amagaban al Poder Judicial de la Federación hasta someterlo.

Vemos hoy el enésimo acuerdo institucional entre quienes innegablemente son herederos de quienes antes fueron exitosos en las urnas, pero no en la gestión pública. Entre ellos no se hacen daño, el botín alcanza para todos. Los acuerdos para la repartición de curules, gubernaturas y tantos puestos burocráticos seguirá alcanzando para torcer voluntades.

Aquella mayoría que en los siglos XIX y XX optó por tan infaustos candidatos, es la misma que hoy pone y mantiene a los que no debemos buscarles parecido con los de antes, porque son lo mismo. La ciudadanía, viéndolo con calma, ha sido consistente, ha elegido a los mismos perfiles hace más de 200 años, es lo que gusta, lo que convence, y, por lo tanto, lo que se queda, hay Morena para 70 años.

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Nota del editor: Gabriel Reyes es exprocurador fiscal de la Federación. Fue prosecretario de la Junta de Gobierno de Banxico y de la Comisión de Cambios, y miembro de las juntas de la Comisión Nacional Bancaria y de Valores y de la Comisión Nacional de Seguros y Fianzas. Las opiniones publicadas en esta columna corresponden exclusivamente al autor.

Consulta más información sobre este y otros temas en el canal Opinión

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