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Gobierno de izquierda

Ser de izquierda es ser oposición, ser progresista y de avanzada, es estar del lado de las causas que hacen que la sociedad marche sin tener a la cabeza al remedo de soberano.
vie 21 julio 2023 06:06 AM
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Quienes apoyan a un autócrata se autonombran de izquierda por mera ignorancia, pensando que se trata de un bando o de una pandilla que puede pasar por encima de las más básicas nociones democráticas y seguir siendo de izquierda, señala Gabriel Reyes.

(Expansión) - Nada más equívoco que hablar de un gobierno de izquierda. Puede haberlos comunistas, marxistas, socialistas y hasta maoístas, pero no de izquierda, en el más puro y estricto sentido del concepto. La noción histórica es clara, surge en Francia, el 28 de agosto de 1789 en la Asamblea Nacional Constituyente, ahí, los que apoyaban el absolutismo se sentaron a la derecha de quien la presidía, y quienes buscaban controles y contrapesos al poder absoluto, a su izquierda.

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Hacen suyo el término quienes se deslindan del oficialismo, lo que, frecuentemente, les hace confundir preferencias progresistas con coyunturales ideologías cuyo objetivo es derrocar a facciones que se enquistan en el poder. La izquierda, en su más pura acepción, debe identificarse con la vanguardia, con el cambio, con el repudio al poder monolítico, y el rechazo a las estructuras releccionistas. Es común que quienes han sido opositores por mucho tiempo asuman, equivocadamente, que al hacerse del poder continúan siendo de izquierda, y, penosamente, terminan siendo como aquellos a quienes combatieron.

De forma que quienes apoyan a un autócrata se autonombran de izquierda por mera ignorancia, pensando que se trata de un bando o de una pandilla que puede pasar por encima de las más básicas nociones democráticas y seguir siendo de izquierda, ello, por el simple hecho de que militaron en contra del oficialismo durante largo tiempo.

Una asamblea legislativa entregada al mando ejecutivo pervierte, en su más profunda raíz, la división de poderes, y no puede sino ser heredera de aquel órgano legislativo que apoyó la defensa del absolutismo a finales del siglo XVIII. Esos que integran un partido dominado a ultranza por un solo hombre seguramente ignoran que el ser de izquierda no les va, estuvieron tanto tiempo alejados del pandero que, al apoderarse de él, piensan que pueden ser, al mismo tiempo gobierno y control u oposición de éste.

Años después, en 1791, ya constituida la Asamblea Legislativa que surgió del movimiento revolucionario francés, a la derecha se sentó la gran burguesía, haciéndose énfasis en “gran”, como la que hoy desayuna tamales de chipilín; al centro, los independientes de grupos de poder, y a la izquierda los jacobinos, personas del pueblo, quienes definitivamente, eran ajenos al monarca.

Tiempo después, a consecuencia de excesos registrados en la revolución industrial, surgió el marxismo, que inspiró al leninismo, estalinismo y al maoísmo, los cuales, encontraron su expresión más decadente en el foquismo del Che Guevara. Todos nacieron siendo movimientos opositores, que buscaron hacer cambios radicales. Su exacerbado militarismo los hizo perder el rumbo, terminaron en versiones extremistas que, al volverse brutales dictaduras, perdieron toda progresividad, tornándose en regímenes absolutistas.

La llegada de Salvador Allende al poder confunde a quienes fueron marginados de las estructuras gubernamentales, para él, su gobierno fue socialista, no de izquierda, pero quienes vieron en él un camino alternativo a las rígidas estructuras militaristas, no han entendido que ser de izquierda es ser de oposición, y que tal postura cambia dependiendo del lugar en el cual te encuentres con relación a quienes detentan las potestades del estado.

Un gobierno militarista-absolutista como los de Cuba, Nicaragua o Venezuela no son de izquierda, y sus pueblos lejos están de ser parte relevante en la toma de decisiones. Los opositores de esos gobiernos no pueden, ni deben ser llamados derechistas, fachos o reaccionarios, simplemente son oposición, son de izquierda. Pero hasta eso les robaron a quienes tienen el infortunio de vivir en esos países.

En diferentes regiones y momentos de la historia se ha asociado a diversos movimientos, partidos o facciones con la izquierda, como sucede a los social demócratas, pero hay que tener claro que no se asimilan a ella por tener un ideario permanente, intocable y cuasi religioso. Lo que los asimila al concepto es su compromiso con el cambio, con las ideas progresistas que definen el camino de avanzada, y que, naturalmente, buscan y luchan por restar margen de discrecionalidad al gobernante, particularmente, cuando éste, sin ser rey, se asume soberano, esto es, cuando se conduce suponiendo que nada hay por encima de él.

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México, lamentablemente, tiene un bajísimo nivel promedio de escolaridad, por lo que, cínicamente pueden aferrarse al membrete aquellos que vivieron a la sombra de estructuras abusivas postrevolucionarias por muchos años, o incluso, fueron recluidos por oponerse a ellas, pero, no soporta su posición el más riguroso cuestionamiento histórico, ético y social. Lo que los hacía de izquierda fue rebelarse al status quo, proponiendo cambios que no sólo atenuaran, sino que impidieran los abusos de poder.

Al ser parte de un gobierno que ha ido acumulando cada día más poder, que rehúye la transparencia y la rendición de cuentas, dejaron de pertenecer al segmento progresista de la sociedad, ya que defienden, a toda costa, mantenerse en el poder, acudiendo a las más bajas prácticas antidemocráticas, alegando, de manera subyacente, que su fin justifica cualquier medio, porque no son lo mismo, son ellos, y con eso basta.

A personas que, por muy distintas causas, no tuvieron la oportunidad de acceder a instituciones educativas de excelencia, teniendo que hacer oficio de lo que la vida puso en su camino, se les excusa el pensar que siguen siendo de izquierda, cuando, por un coyuntural efecto comicial, tras febril búsqueda del poder, se apoltronaron en la silla, apoyando, ahora, con incondicional ceguera, a un caudillo. Aunque les duela, el poder tiene costos, y, entre ellos, está el que ahora, el mote de ser fachos les acomoda.

Autonombrarse progresista, sin serlo, sale gratis a quien no tiene elementales conocimientos de historia universal, pero, sobre todo, a quien no sabe que un gobierno proclive a entregar la vida institucional a mandos castrenses; que impulsa iniciativas que no se debaten, sino que se aprueban sin cambiar comas; que usa las potestades estatales para sesgar resultados electorales, sí, uno que anula autoritariamente las instituciones previstas en la Carta Fundamental, a sabiendas que son equilibrios de poder, o que, sin recato alguno, se apodera de los fondos públicos para comprar voluntades, no es de izquierda, no es progresista y ni siquiera puede considerase garante del estado de derecho.

En suma, ser de izquierda, es ser oposición, ser progresista y de avanzada, es estar del lado de las causas que hacen que la sociedad marche sin tener a la cabeza al remedo de soberano, es defender las garantías que el Constituyente consagró en favor y protección de los ciudadanos. Ser de izquierda es abominar la autocracia.

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Nota del editor: Gabriel Reyes es exprocurador fiscal de la Federación. Fue prosecretario de la Junta de Gobierno de Banxico y de la Comisión de Cambios, y miembro de las juntas de la Comisión Nacional Bancaria y de Valores y de la Comisión Nacional de Seguros y Fianzas. Las opiniones publicadas en esta columna corresponden exclusivamente al autor.

Consulta más información sobre este y otros temas en el canal Opinión

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