En la mayoría de los casos, quienes se han postulado como posibles candidatos del viejo status quo, carecen de merecimientos, trayectoria, y, sobre todo, de buen nombre y reputación entre la población. No es difícil anticipar que el desempeño de cualquiera de ellos, en la disputa por la presidencia, será tan lamentable como el de Meade.
Es cierto que, como él, la mayoría de los incontenidos suspirantes, en algún momento, contaron con quien les apadrinara para montar un currículum administrativo; baste recordar que, en un solo sexenio, el derrotado candidato ocupó varias responsabilidades en el gabinete, haciendo parecer que contaba con añeja experiencia, pero, en realidad, todo mundo sabía que se trataba de un funcionario de cocción express. La trayectoria de los ahora anotados habla más de buenas palancas que de eficiencia en la gestión de negocios públicos.
Sería bueno recordarles que Meade gozó de la sonrisa cortesana de la dirigencia de su partido, así como de la de empresarios incondicionales de éste, pero, en los hechos, pocos lo apoyaron, el resultado lo confirma.
Lo cierto es que en este proceso podría estarse registrando la muerte del viejo sistema de partidos, dando paso a nuevos grupos que conformarán en nuevo entendido de los factores reales del poder. Aunque cueste trabajo aceptarlo, el presidente en turno es lo último que queda de aquel vetusto sistema político postrevolucionario y con su salida iniciará la creación del nuevo entramado político. Se equivoca el tabasqueño al asumirse como algo nuevo o distinto, ya que en realidad es lo último que queda del viejo trabuco. Cada día se le diluye más el color guinda, dejando ver que lleva tatuado el inequívoco modus operandi del tricolor. Con él se cierra el periodo que iniciara Calles.
Para vislumbrar lo que vendrá hay que advertir que, como en la primera mitad del siglo XX, la opinión del sector castrense tendrá gran peso, pero ahora resulta obligado tomar en cuenta que el crimen organizado ha ganado terreno en la arena electoral. Estos dos factores recompondrán, en el corto plazo, equilibrios y tensiones a lo largo y ancho del país, conformando inéditos balances. Por otro lado, los integrantes del comité empresarial, creado por el residente de palacio, han abandonado las opciones tradicionales, a las cuales sólo dispensan cortesías, pero ya no raudales de recursos.
Los gobernadores del oficialismo entrarán en una fase de orfandad liberadora, dado que no asumirán deberle nada al que llegue, en todo caso, en ellos, el electo encontrará futuros precandidatos que jalarán agua a su molino, y no en favor de quien, llegado el momento, pensarán se las debe, ya que presumirán haberle apoyado para ocupar la presidencia.
En tanto, la alianza opositora pagará cara la improvisación, apenas lleva al cabo acciones que debió adoptar hace cuatro años. Es ya demasiado tarde para preparar, presentar e impulsar cuadros, será, inevitablemente, presa de perfiles inacabados, poco convincentes, y formados al calor de pláticas sostenidas en la mesa de algún café, o bien, en tertulias en las que lamieron sus heridas quienes en algún momento detentaron el poder.
La ominosa arrogancia y ligereza con la que personajes que, en un giro de suerte, alcanzaron posiciones de auxiliares de angora en gabinetes donde prevalecía, como criterio seleccionador, el sistema de cuates y cuotas, les hace pensar que basta con detentar una curul, o, que son suficientes algunos años de desempeño en el ámbito federal para ir por la grande. Sí, en la alianza opositora se sufre del síndrome de Ícaro. Pronto las encuestas les derretirán las alas.