No hay duda de que la IA es uno de los mayores saltos tecnológicos de la historia, y ya desde hace unos años está abriendo, y ahora más con la IA generativa, nuevos modelos de negocio, transformando industrias y remodelando puestos de trabajo de las personas, marcando así el comienzo de una revolución industrial moderna.
Ante esto, un sector en el que la IA ofrece una ventaja significativa y relevante en la toma de decisiones y que todavía es poco comentado, es el de las inversiones.
Además de analizar rápidamente grandes cantidades de datos frente a la metodología tradicional, en la que los analistas humanos podrían pasar por alto algunas cifras clave, los inversionistas (ya sea un grupo inversor o solamente una persona), gracias a los algoritmos de la IA se pueden identificar patrones y tendencias, analizar diversos tipos de datos, como el sentimiento en las redes sociales, artículos de noticias y estados financieros, para identificar señales y hacer predicciones sobre el rendimiento futuro de una empresa o proyecto a los que, tal vez, se quieran invertir.
La IA puede ayudar a los inversores a tomar decisiones más informadas, reducir los riesgos, optimizar las carteras de inversión y el flujo de órdenes y mejorar la eficiencia de los mercados financieros. De hecho, la IA está transformando el sector de los préstamos, agilizando el procesamiento de datos para una evaluación más eficiente de la solvencia de los posibles prestatarios, optimizando los procesos de suscripción y permitiendo una gestión más eficaz de las carteras de préstamos.
Es evidente que, en el sector de las inversiones, el uso de la economía del comportamiento está disminuyendo. Es decir, esa combinación de conceptos de psicología y economía para llegar a comprender cómo los humanos siguen un determinado tipo de comportamiento y esto cómo influye en la toma de decisiones para invertir, ya está siendo algo pasajero. La fase de la economía neoclásica ya ha pasado, esa en la que se suponía que sólo los humanos podían establecer preferencias bien definidas y, basándose en ellas, tomar decisiones bien informadas.
Sin embargo, aunque la IA analiza los comportamientos de las personas, así como cantidades de datos, no es un activo sustitutivo. Juntos, la IA y los humanos podemos hacer que la toma de decisiones sea más precisa, que los equipos de gestión definan la responsabilidad. Que la IA se centre en la supervisión de los mercados, mientras que los humanos consideren y pongan atención otros posibles eventos relevantes, como lo podrían ser hasta guerras o pandemias.
Aunque, tampoco podemos ignorar los riesgos que conlleva este proceso de transición, por ejemplo, regulatorios, de protección de datos, de consolidación entre máquinas y humanos. Sin duda, los procesos diarios de toma de decisiones deben garantizar una alineación total entre humanos y máquinas. Esto da para platicarlo en otra ocasión.