El crecimiento de la economía mundial en los dos últimos siglos, paralelamente, ha generado situaciones en materia de calentamiento global, biodiversidad, disipación de residuos y utilización del agua, que requieren un nuevo enfoque para atajar las causas de un comportamiento económico insostenible y de paso abrir el camino a un reparto justo de la riqueza.
Para esto, los esfuerzos internacionales para mitigar las consecuencias negativas de esta evolución se han centrado en la secretaría de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático ( CMNUCC ) y en tratatados como el Acuerdo de París de 2015 y antes el Protocolo de Kioto de 1997.
Aunque los objetivos generales están claros, es necesario un esfuerzo considerable para traducir las ambiciones en normas de conducta supervisadas por métricas específicas y la rendición de cuentas de todas las partes involucradas.
Ante esto, no únicamente las industrias manufactureras, agrícolas y de transporte, por ejemplo, sino también todos los sectores, el financiero incluido, el objetivo debe de ser el de “producción cero emisiones”.
En primer lugar, los factores Ambientales, Sociales y de Gobierno corporativo (ASG) corporativo son más que nunca un deber ser de cada entidad corporativa. En segundo lugar está más que claro que de no seguir estos factores el modelo de negocio no es sostenible y no sobrevivirá a largo plazo.
Todavía en el 2000, la Universidad de Chicago confirmaba que las empresas debían centrarse simplemente en los accionistas y en maximizar sus beneficios. Pero la economía conductual empezó a analizar y comprender que las corporaciones se mueven en un mundo global en el que los proveedores, los clientes, las comunidades, el medio ambiente y todas las demás partes interesadas en torno a la corporación tienen poder suficiente para tirar un negocio o cerrar una empresa.
Naturalmente, eso no significa que las compañías deban ignorar su objetivo último, el cual es obtener beneficios económicos. Para eso existen. Pero tienen que entender que necesitan existir respetando a todas las partes interesadas, de las que naturalmente los accionistas forman parte.
Esto puede representar una reducción del flujo de caja y de los resultados a corto plazo, pero garantiza una mayor posibilidad de sobrevivir a largo plazo y de tener ese flujo y beneficios durante más tiempo. La falta de respeto a una o todas las partes interesadas puede representar a corto plazo el cierre del negocio y, naturalmente, un menor valor de mercado de las empresas.