(Expansión) - En un diálogo con ejecutivos de una importante empresa multinacional surgió esta pregunta: “los criterios ESG (ambientales, sociales y de gobernanza) se han convertido en un tema recurrente para nosotros; el único que lo supera es la Inteligencia Artificial (IA). Esto nos obliga a estar mejor informados sobre las tendencias y comprender cómo inciden en nuestro entorno. Sin embargo, vemos también encabezados en medios de negocios que predican ‘el fin de ESG’. ¿Cómo debemos leer estas señales?”.
Contrastes sobre ESG: una reflexión
Inicié la respuesta advirtiendo mi incapacidad para predecir el futuro. Creo que no esperaban menos de un abogado. No obstante, a partir de mis observaciones y análisis previos, ofrecí una perspectiva: ESG es una disciplina en construcción, sujeta a un ejercicio dialéctico que contribuye a afinar y fortalecer el modelo operativo que deberán adoptar aquellas empresas que quieran permanecer, crecer y generar valor en el largo plazo. Más allá de la evolución que puedan sufrir el término y su enfoque, la exigencia para que las empresas adopten un enfoque de sustentabilidad que considere a distintos grupos de interés en su modelo de gestión, no será pasajera (ver ediciones anteriores de esta columna, incluyendo “ ESG: una disciplina en construcción ”, “ Llegó el fin de la revolución ESG ” y “ Debate sobre ESG: Lo que no mata, fortalece ”).
Efectivamente, ESG se ha politizado, creando polarización. Sin embargo, este fenómeno se ha dado principalmente en los Estados Unidos sin hacer grandes olas en el resto del mundo, donde los criterios de sostenibilidad siguen tomando mayor relevancia. Por ejemplo, Larry Fink, CEO de Blackstone y uno de los principales promotores de ESG, ha cambiado su retórica, centrándose en las prácticas de sostenibilidad sin utilizar explícitamente "ESG", dada la reacción de políticos e inversionistas conservadores.
Por supuesto, no todas las iniciativas que se etiquetan bajo el sello de ESG son genuinas. Hay organizaciones que han empleado este término para dar una imagen de sostenibilidad a proyectos que, en esencia, carecen de ella, una práctica conocida como greenwashing. Esta situación, entre otras, ha generado críticas justificadas y subraya la necesidad de un análisis cuidadoso y una evaluación balanceada para comprender el verdadero valor de ESG.
Con el fin de contribuir a esta conversación, me parece útil hacer referencia a dos informes recientes que presentan perspectivas interesantes. El primero, de Kroll, revela datos interesantes sobre el valor financiero de adoptar prácticas ESG sólidas y refleja el análisis de información más de 13,000 empresas de diversas regiones y mercados entre 2013 y 2021 ( ESG Returns Study, septiembre 2023 ).
A nivel global, las empresas con calificaciones altas en ESG (líderes) superaron sistemáticamente a sus pares con calificaciones inferiores (rezagados). En concreto, los líderes obtuvieron una prima del 50% en los rendimientos anuales en comparación con los rezagados. Además, Europa encabeza la implementación de ESG, con 32% de empresas de Europa Occidental identificadas como líderes, que contrastan con el 10% de Norteamérica y 6% de Asia.
Adicionalmente, el informe de Kroll revela que, a nivel global, los líderes en ESG superaron a los rezagados en todas las industrias, con excepción de bienes de consumo y salud. Sin embargo, un examen más detallado del panorama estadounidense muestra un dato distinto: en los sectores de energía, salud y comunicaciones, los rezagados superaron el desempeño de los líderes.
El segundo informe corresponde a una encuesta de KPMG realizada a 201 ejecutivos de grandes empresas públicas y privadas de los Estados Unidos cuya función está vinculada con ESG ( U.S. ESG and Financial Value Survey, septiembre 2023 ). En mi opinión, este informe complementa y matiza la visión ofrecida por Kroll.
El análisis de KPMG señala que los encuestados consideran que la adopción de ESG genera valor financiero y esperan que los beneficios sean aún mayores en los próximos años. Las áreas en las que ESG está añadiendo valor incluyen la eficacia de las fusiones y adquisiciones, el acceso al capital, los beneficios fiscales y la lealtad de los clientes. En las grandes empresas, el 43% afirma que ESG está mejorando el rendimiento financiero, frente al 6% que afirma que está reduciendo el rendimiento.
Las empresas prevén que, en dos a cinco años, ESG impactará favorablemente la resiliencia, la atracción de clientes y la capacidad de establecer precios atractivos (premium pricing), resultado en el crecimiento de los ingresos.
No obstante, la encuesta de KPMG también refleja que la falta de tiempo y de recursos, junto con la incertidumbre regulatoria, están obstaculizando la ejecución de la estrategia ESG y la elaboración de informes para muchas empresas. Es decir, la implementación de ESG demanda recursos y no es una línea recta.
Tras este análisis y reflexión, refuerzo mi conclusión inicial: más allá de las controversias y retóricas, adoptar prácticas sólidas de ESG (es decir, con elementos de sustentabilidad integral), es una tarea importante e impostergable para las empresas. Aquellas que integren estos criterios de manera efectiva y coherente, manteniéndose ágiles y atentas a su entorno, se posicionarán estratégicamente para el éxito a largo plazo. La esencia de ESG, correctamente comprendida e implementada, será un catalizador de valor y no un obstáculo para su creación. La clave está en reconocer y abrazar sus beneficios, sin perder de vista los desafíos inherentes a su adopción.
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Nota del editor: Pablo Jiménez Zorrilla es socio de Von Wobeser y Sierra, S.C. Síguelo en LinkedIn . Las opiniones publicadas en esta columna pertenecen exclusivamente al autor.
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