A mayor conectividad, son más los datos que se almacenan en línea a través de acciones que hoy ya nos parecen comunes, desde realizar una simple búsqueda en algún navegador como usuarios, hasta resguardar las bases de información de clientes y empleados en redes corporativas como hacen cotidianamente las empresas. Es decir, vamos dejando nuestra “huella digital” en el ciberespacio, sin detenernos a pensar si estas prácticas y la información que compartimos al conectarnos podrían implicar un riesgo.
Pero ¿por qué sucedería? Pues esta “huella” es un rastro con el que otras personas pueden conocer nuestras actividades online, en qué plataformas o sitios web navegamos y para qué. La importancia de esta información radica en que, al analizarla, es posible identificar nuevos hábitos de consumo o inversiones, por ejemplo, pero no se queda ahí. Hoy, el valor de nuestros datos es tan alto que se consideran el “petróleo del siglo XXI” y explotarlos es una tarea cada vez más sencilla para la ciberdelincuencia.
A pesar de los esfuerzos de los gobiernos para fortalecer las leyes que regulan la recopilación y el tratamiento de datos personales, así como de las empresas para mejorar sus políticas de privacidad ante clientes y consumidores, la cantidad de filtraciones de información por ciberataques sigue creciendo año tras año. En 25% de los casos, este es el problema de seguridad más frecuente al que se enfrentan las organizaciones de América Latina ( Reporte IT Security Economics ); mientras que la mayoría de los usuarios de la región aún no es consciente de la importancia de proteger su información en Internet y al menos un 35% ni siquiera sabe cómo se recopilan sus datos en línea ( Huellas digitales y su relación con las personas y las empresas ).
En este contexto, la ciberseguridad nunca había sido tan importante y preocupante. ¿Cómo se puede garantizar un acceso seguro a la información, cuando su protección aún es un tema pendiente? Podemos partir entendiendo que ser un ciudadano digital también conlleva responsabilidades, entre ellas, usar adecuadamente el poder que tenemos para acceder a la información y compartirla, pero también tener presentes los riesgos de esto para saber cómo protegernos.
Por ejemplo, hablar de filtraciones de datos es algo sumamente relevante porque hoy existen mercados clandestinos en la web, donde esta información se vende para fines maliciosos: extorsión, estafas, robo de dinero e identidad, afectando la vida off y online de las personas cuyos datos fueron filtrados.
Como usuarios debemos tomar medidas básicas, desde informarnos sobre cómo se recopilan los datos al navegar por Internet, cuál es el marco legal e instituciones que existen para garantizar el derecho a la privacidad de nuestra información, y no subestimar los riesgos de compartirla en línea. Esto puede hacer la diferencia entre mantenernos seguros a quedar expuestos ante la ciberdelincuencia en estos mercados.