Pero volvamos al libro de Chris Miller y su visión sobre "Chip War". Este libro nos sumerge en el emocionante mundo de las guerras tecnológicas y cómo las batallas por el dominio de los chips y procesadores han dado forma a la historia reciente. Ahora, imagina un lugar donde los geeks compiten en duelos de memes, donde las batallas se libran con emoticonos en lugar de espadas y donde el grito de guerra es "¡Ctrl + Z, o te arrepentirás!".
Por otro lado, Oppenheimer nos recuerda cómo la mente humana puede ser un arma de doble filo. En su caso, sus habilidades científicas dieron vida a la bomba atómica, cambiando el juego en la Segunda Guerra Mundial. Y aquí es donde entra el elemento curioso: no sé ustedes, pero imagino a Oppenheimer y su equipo en el laboratorio haciendo chistes nerds mientras ensamblan su propia estrella de la muerte.
Hoy la economía se basa en las cadenas de suministro tecnológicas, es decir, de silicio. El nearshoring, esa oportunidad que se está abriendo en nuestro país, tiene detrás el impulso de la industria tecnológica, que está basada en los chips, creados por el silicio y que surgieron también a raíz de una investigación militar, tal como la bomba de Oppenheimer.
Chris Miller, en su libro “Chip War”, explica cómo los chips comenzaron su vida en medio de la guerra, con el Ejército buscando formas de hacer que sus máquinas fueran más inteligentes y eficientes en la batalla. Los chips son pequeños cerebros electrónicos que hacen funcionar todo, desde tu smartphone hasta tu tostadora inteligente (sí, eso existe). Por eso múltiples compañías invierten millones de dólares en rebalancear la cadena de suministro de esta tecnología.
Pero aquí viene la pregunta del millón: ¿qué pasa con la ética? Oppenheimer tuvo su dilema ético con la bomba atómica, y no es tan diferente cuando pensamos en cómo la tecnología que usamos todos los días a menudo tiene sus raíces y sus avances más grandes en la industria militar. Es como si cada vez que mandamos un mensaje de texto, una pequeña parte de Oppenheimer estuviera gritando en el fondo de nuestros teléfonos, "¡Boom!".
¿Y cómo han evolucionado todas esas tecnologías?
Lo irónico es que, después de la guerra, muchas de estas tecnologías bélicas se han transformado en herramientas pacíficas y en pro del progreso de la humanidad. Por ejemplo, el GPS pasó de guiar misiles a ayudarnos a encontrar el camino a la pizzería más cercana. También está el ARPANET, precursor de Internet, que surgió de investigaciones militares y se convirtió en un pilar fundamental de la comunicación global, democratizando el acceso a la información en todo el mundo.
Para darte un poco de sabor estadístico, según un estudio reciente, más del 50% de las innovaciones tecnológicas en las últimas décadas tienen sus raíces en investigaciones militares. Y aquí va otra: se estima que alrededor del 70% de las patentes tecnológicas en los últimos años se originó en el ámbito militar. Suena loco, pero la guerra ha sido un motor extrañamente efectivo para el progreso tecnológico.