Diego Castañeda, maestro en Historia Económica por la Universidad de Lund (Suecia), sostiene en su libro “Desiguales. Una pequeña historia de la desigualdad en México”, que nuestro país nació desigual y así se ha sostenido debido a la creación de estructuras sociales desiguales, lo que podría interpretarse así: los mexicanos no conocemos otra manera de entender la relación entre la riqueza y los ingresos.
Por ejemplo, durante el periodo de 1933 a 1938, Franklin D. Roosevelt enderezó la economía de Estados Unidos con el ‘New Deal’ para frenar los impactos de la ‘Gran Depresión’, lo que implicó un mayor control sobre la banca obligándola a asegurar los depósitos, indemnizar a los campesinos para que redujeran la superficie cultivada, así como sostener a las capas más pobres de la población. Es decir, se tomaron una serie de decisiones que dieron paso a una sociedad menos desigual. México no tiene esos referentes.
Por lo tanto, en un país donde gobierna la necesidad es muy común que la costumbre mexicana se incline más por recibir dinero ya, sin pensar en nada más.
Al margen de los datos duros, los reportes de pobreza que ofrece el Coneval lo dicen con mucha claridad: junto con la imperante pobreza que se registra en muchos hogares, hay millones de mexicanos en la vulnerabilidad, lo que significa que cualquier cosa que les pase (una enfermedad, el desempleo, cualquier imprevisto familiar) puede llevarse sus pocos ahorros y sumirlos en una profunda crisis.
La costumbre mexicana ofrece otros enfoques distorsionados: en una sociedad como la mexicana la deuda se vuelve el medio para poder hacerse de activos. Dicho esto, la riqueza de millones de mexicanos no es tal; en realidad, está hipotecada y/o se obtiene a mensualidades.
Ahora, tenemos mucha información alrededor de los caminos que toma la riqueza y, éste, es un paso para romper con la costumbre.
“Si algo hemos aprendido es que no es un asunto individual. Se trata de llevar esta conversación hacia el campo de lo político y hacer que las instituciones que hemos construido y las que vamos a construir tengan este tema en el centro, que pasa por hablar de manera distinta sobre la riqueza”, complementa Carlos Brown.
Conclusión: aunque esta narrativa no sea políticamente conveniente para muchos grupos de interés del sector público y privado, sí hay una disociación entre la dinámica económica y los resultados sociales que tenemos de esa dinámica económica.
El entorno puede dotar de cierto sentido la ‘tesis’ que sostiene que los mexicanos quieren dinero y no acciones de una empresa, pero eso no significa que así tenga que ser. En este proceso, bien vale la pena repensar la manera en la que hablamos de la riqueza desde el periodismo, la academia, el activismo, el sector privado y el político. El fin no es castigar la riqueza, pero sí poner el acento en la manera para hacerse de ella.
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El director de Investigación y Fiscalidad en Oxfam México sostiene que la meritocracia es un mito. México, explica, es de los países cuya población trabaja más horas, pero eso no se ve reflejado en una mejora en su calidad de vida.
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Nota del editor: Jonathán Torres es socio director de BeGood, Atelier de Reputación y Storydoing; periodista de negocios, consultor de medios, exdirector editorial de Forbes Media Latam. Síguelo en LinkedIn y en Twitter como @jtorresescobedo . Las opiniones publicadas en esta columna pertenecen exclusivamente al autor.
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