En las últimas décadas, mucho se ha investigado y escrito sobre el comportamiento de los inversionistas, sobre cómo es que se toman las decisiones de orden patrimonial, o sobre los factores psicológicos que intervienen cuando las personas deciden en qué, cómo y cuándo invertir. A este cúmulo de conocimientos se le ha denominado behavioral finance, en castellano finanzas conductuales.
‘Behavioral finance’. La razón no impera en las decisiones financieras
Tomás se preparaba para dar una importante conferencia y para estar a las alturas de las circunstancias, decidió comprarse un traje nuevo. Se disponía a pagar los 10,000 pesos marcados en la etiqueta, cuando otro cliente en la caja le menciona que, a una cuadra, podría encontrar el mismo traje a 9,500 pesos. “¿Qué son 500 pesos de diferencia?”, respondió Tomás, y sacó la tarjeta de crédito para pagar. Después de la conferencia tendría que dar autógrafos, fue por una pluma a una tienda minorista. Por 1,000 pesos se llevaría el último modelo de una importante marca. Sin embargo, la persona que le antecedía para pagar le dice que, si camina un par de calles, encontrará la misma pluma a mitad de precio. En esta ocasión, Tomás no lo pensó y salió de la tienda para buscar la más barata.
Lo anterior es un simple, sencillo y claro ejemplo de que las decisiones financieras que tomamos no son de orden racional y que solemos evaluar los beneficios de forma relativa, de forma subjetiva e inconsciente. En los dos casos anteriores el ahorro hubiese sido de 500 pesos, pero Tomás consideró que, en relación con el costo final del traje no valía la pena ir a la otra tienda, mientras que para la pluma sí le presentaba una mejor oportunidad.
Las finanzas conductuales se encargan de estudiar los sesgos psicológicos, emocionales y sociales de los individuos y han sido capaces de identificar distintos patrones que ponen en tela de juicio el enfoque tradicional de las finanzas y la racionalidad en la toma de decisiones. Tener presente algunos de estos patrones será de gran ayuda a la hora de tomar decisiones de inversión, de tal suerte que éstas sean más objetivas, con el mínimo de prejuicios y eviten distorsiones basadas en alguna experiencia pasada, ya sea propia o del algún conocido.
Uno de los sesgos más importantes que se reconocen desde las finanzas conductuales es, por ejemplo, el sesgo de anclaje, en el que solemos basar nuestras decisiones en el precio original al cual se decidió realizar una inversión. Así, en muchas ocasiones mantenemos más tiempo de lo debido una inversión que perdió valor, con la firme convicción de que el activo adquirido volverá a su costo original, pese a que las circunstancias y sus fundamentales pueden haberse deteriorado y lo mejor sería deshacerse de esa inversión, aun cuando ello implique tomar una pérdida.
Otro ejemplo es la aversión a las pérdidas, es decir la tendencia a percibir las pérdidas de forma desproporcionada con respecto a ganancias de igual tamaño. Es decir, me afecta más perder 100 pesos, que ganarlos. Por su parte, aquellos instrumentos de inversión con más exposición a los medios serán los que recibirán nuestra mayor atención. Así, no es raro que, antes de cualquier análisis, los instrumentos de las marcas que más recordamos serán las favoritas a la hora de conformar un portafolio, a esto se le conoce como sesgo de atención.
Otro sesgo importante es el nacional, muchos inversionistas confían más en instrumentos de las compañías de su país de origen que del extranjero. Esto, ligado al sesgo anterior, porque son empresas que conocen, lo que puede provocar que se pierdan oportunidades importantes que se encuentran fuera de la frontera conocida.
De igual forma, el conocido como sesgo de confirmación influye a la hora de decidir ya que sólo tenemos en cuenta la información que confirma nuestra postura inicial, dejando de lado razones o argumentos que van en contra. Por último, el comportamiento de rebaño es uno de los más comunes y se refiere a este impulso por copiar las decisiones de las mayorías sin comprobar los racionales y fundamentales detrás de dicha tendencia.
Los sesgos per se no son buenos, no son malos, simplemente reflejan la estructura mental de cada individuo. Lo que es una realidad es que impactan de forma relevante nuestra toma de decisiones en materia patrimonial y nuestra forma de invertir. También es cierto que, mientras no se hagan conscientes estos sesgos, suelen impactar de forma negativa nuestras decisiones. Existen diversos estudios que demuestran cómo las decisiones de un inversionista promedio sobre su portafolio de inversión repercuten en un menor rendimiento y, por ende, en la consecución de sus objetivos financieros en horizonte deseado.
Conocer todos aquellos elementos psicológicos que pueden afectar nuestras decisiones es vital para realizar una adecuada selección en materia de inversiones.
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Nota del editor: Valentín Martínez es Vicepresidente de Oferta de Valor en SURA Investments. Síguelo en LinkedIn . Las opiniones publicadas en esta columna corresponden exclusivamente al autor.
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